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Sentíase satisfecho de la situación el señor Cuadros, y las ávidas miradas fijas en el palco parecíanle un homenaje a él. No se podía pedir mayor felicidad. Cumplía con la conciencia y con el placer.

Estos tres cuadros nos fueron robados por los franceses en 1808; pero los españoles los reconquistamos con las armas en la mano en el ataque de Vitoria.

Le faltaba el gusto de las artes plásticas; y, sin atreverse a decirlo, opinaba que los cuadros, aunque fuesen de grandes pintores, profanaban las iglesias. Del dogma le gustaba la teología pura, la abstracción, y al dogma prefería la moral.

Los cuadros de Vernet son la escuela social, la escuela del exámen llevada al género que cultivó. Vernet es un grande obrero del alma, que conduce una piedra colosal al edificio en que trabaja toda la historia de cinco siglos.

¡Qué calor, qué calor! exclama Orsi cuando acaba . Azorín a ver, un poquito de cognac... Son las doce. El salón está casi vacío. Diminutas mariposas giran en torno a las lámparas; por los grandes balcones abiertos entra como una calma densa y profunda que se exhala del pueblo dormido, de la oscuridad que en la calle silenciosa ahoga los anchos cuadros de luz de las ventanas.

La modesta iglesia de paredes blanqueadas y llenas de una lepra de vejez mal disimulada por unos cuantos cuadros de colores violentos que hacían pensar en el verso de Coppée: Si fuese así, con todo, el Paraíso...

Nada hizo Velázquez con cuidado tan exquisito: ninguno de sus cuadros denota tan tenaz empeño de acierto: allí puso lo mejor de su entendimiento y de sus manos como había puesto el sentimiento más noble de su alma.

Noticia de los cuadros que se hallan colocados en la galería del Museo del Rey, Nuestro Señor, sito en el Prado de esta corte. Con real licencia. Madrid, 1828. Jusepe Martínez. Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura. Madrid, 1866. Sevilla, 1867. Pedro de Madrazo. Discurso pronunciado en la Academia de San Fernando en 20 de Noviembre de 1870. Madrid, 1870. Zarco del Valle.

Por otra parte, la sola idea de recorrer la América bajo tan lisonjeros auspicios me alhagaba sobremanera, y encendia mi ardiente imaginacion, ofreciéndome de antemano mil cuadros á cuales mas seductores.

¿A esto llama usted choza, y están las paredes llenas de santos? Vaya, vaya, usted me perdonará el atrevimiento; pero yo necesitaba hablar con usted, y pensé que almorzando se entienden las gentes. Tantas gracias. Se sientan cerca de la chimenea, cuyas llamas se reflejan en los vidrios de los cuadros, y comienza el festín.