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Catalogo de las obras auténticas que se conservan de Velázquez con expresión de donde se hallan y quién las posee Cuadros perdidos Bocetos, dibujos y grabados Bibliografía Velázquez, por él mismo. Los Borrachos Cristo atado a la columna Pablillos de Valladolid El Conde-Duque de Olivares Cristo crucificado Rendición de Breda Martínez Montañés Inocencio X Felipe IV La Venus del espejo

Casi todos los cronistas de Madrid hablan de una tradición, aunque con visos de novelesca, apoyada en noticias dignas de crédito, verosímil, dadas las costumbres de la corte en aquella época, y a la cual va indirectamente unida una de las obras más célebres de Velázquez: el Cristo crucificado. MARTÍNEZ MONTA

Allí estaban Judit, Ester, Dalila y Rebeca en los momentos críticos de su respectiva historia. Un Cristo crucificado de marfil, sobre una consola, delante de un espejo, que lo retrataba por la espalda, miraba sin quitarle un ojo a su Santa Madre de mármol, de doble tamaño que él, colocada sobre la consola de enfrente.

Es lo cierto que á estos pertenece hoy en propiedad, y que en ella tienen su entierro. Entre esta capilla y la de la Epifanía hay una columna, de las de la antigua mezquita, en cuyo fuste está groseramente grabada una imágen de Jesus crucificado.

»Sea su planta parecida á la de las basílicas del Crucificado, para que la casa de Dios oprima la casa de los ídolos: atrio, pórtico, naves y santuario; todo en un recinto de cuatro ángulos y cuatro lados, como la santa casa de la Meka .

A esto se estremeció de espanto la angustiada mujer y volvió a caer de rodillas delante de , para pedirme por Dios crucificado que no se hiciera tal cosa.

Allí, como en nichos, habitaban las herederas de muchas familias ricas y nobles; habían dejado, en obsequio al Crucificado, el regalo de su palacio ancho y cómodo de allá arriba por la estrechez insana de aquella pocilga, mientras sus padres, hermanos y otros parientes regalaban el perezoso cuerpo en las anchuras de los caserones tristes, pero espaciosos de la Encimada.

Y allá en el fondo, sobre la mesa del maestro, la imagen de Cristo crucificado, ¡oh vilipendio! tapada con una cortina de seda, presidía aquellas habaneras voluptuosas y furibundas polkas. Era el sitio donde sin temor al agua ni al sol, los extranjeros podían ver y admirar en seductor ramillete a las yeung girls de Sarrió.

Alguno de ellos, contagiado tal vez de las doctrinas que públicamente se enseñan en las iglesias y monasterios cristianos de Córdoba, baja la vista al suelo y guarda silencio, dudando del triunfo que el hijo de Moavia cuenta por seguro, y juzgando que este no ha comprendido la moral de los que siguen al Crucificado.

Al contrario, tributando una sincera admiracion á la belleza que en ella descubria, se propuso conservar cuanto fuese compatible con las necesidades mas absolutas del templo en que habia de darse culto á Dios crucificado. Era indispensable desde luego establecer una capilla mayor, orientándola como era costumbre desde los primeros siglos de la iglesia.