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Y reducida la ciencia cristiana a la explicación de los hechos y de las cosas del mundo, por los textos sagrados y por la voluntad de Dios, ningún progreso era posible a menos de ocurrir un cambio, y ningún cambio era posible a menos de salir de ese callejón espiritual.

Yo no lo acompañaré a Vd., porque tengo que decir la misa de gallo; ya sabe Vd., costumbres viejas, y que no encuentro inconveniente en conservar, puesto que no son dañosas. Aquí no hay desórdenes a propósito de la gran fiesta cristiana y de la misa. Nos alegramos como verdaderos cristianos.

La lágrima fecunda y divina de la Vírgen cristiana, ese es aquel soldado muerto, esa es aquella sublime pintura, ese es el arte del Evangelio, ese es el arte del cristianismo.

¿Qué oceanos los colores de tu enseña no copiaron? ¿Qué naciones no sintieron el vigor de tu coraje? ¿Qué países tus soldados con su sangre no sellaron y qué historia habrá en el mundo que a tus fastos aventaje? ¿Qué cultura habrá más alta que la tuya tan cristiana? ¿Cuál más dulce que tu idioma, que parece una fontana que hace siglos se desliza sobre un lecho de diamantes?

En la Europa y la América cristiana, como en la China, como en el África musulmana, el pasado espiritual primaba en absoluto sobre el presente; la palabra del "maestro", de los profetas y de los apóstoles era la última ratio del espíritu humano.

Desde esta época ¡cuántos dias de júbilo para la nueva poblacion cristiana, señalados en su grandiosa catedral en páginas indelebles y sucesivas del arte nacional! No se crea que el arte cristiano prevalido del triunfo invadió la mezquita haciendo gala de un celo intolerante y mutilando sin necesidad el grandioso edificio.

Pero es cosa averiguada que Rabí don Santo fué convertido á la fe de Cristo; puesto que escribió en verso una Doctrina cristiana, en cuyo principio se leen estos versos: «A la virgen escelente servirás devotamente con glorïoso presente. Esta es madre de Dios que ruega siempre por nos

Y yo, con la buena enseñanza cristiana que he mamado, tengo en el alma este otro propósito: «Haz lo que debas y suceda lo que suceda.» ¡Hola! ¡ya caigo! dijo con concentrada ira el guarda. Mañana me voy; no volverás á verme; ¡pero por estas que me afeito, que te acordarás de mientras memoria tengas! Diciendo esto, el guarda se alejó rápidamente y desapareció entre los olivos.

Esta proximidad había sido siempre una exigencia de doña Paula. Ella habitaba el segundo piso, a sus anchas; no quería ruido de curas y frailes entrando y saliendo; pero tampoco consentía que su hijo, su pobre Fermín, que para ella siempre sería un niño a quien había que cuidar mucho, durmiese lejos de toda criatura cristiana.

Si bien la población cristiana no hace otra clase de comercio que la venta al menudeo de las ropas, bebidas y comestibles para el consumo del elemento militar y civil, los chinos tienen, tanto en Pollok como en Cottabato, grandes comercios que les sirven como punto de partida para el importante tráfico que sostienen con los moros del interior.