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El marquez D. Francisco Pizarro, habiendo navegado hasta la tierra del Tumbez, no tuvo otro fundamento para creer la existencia del Cuzco, su riqueza y poderoso imperio, que el dicho de los mismos indios Tumbezes.

Debe venir también un mozo que ha empezado a festejarme, a ; y entonces, si yo me pongo a conversar con él y usted con Lucía, Adriana no tendrá más remedio que "planchar". Todo lo iba hablando Charito sin advertir que Muñoz se había puesto pálido a las primeras palabras. Le costaba creer que Adriana vendría.

Bien se le puede creer á Betánzos lo que dice en la dedicatoria á don Antonio de Mendoza: que para hacer su historia verdadera tuvo que traducir como ello pasaba y guardar la manera y órden de hablar de los naturales. Pues un trabajo de estas condiciones no debe continuar inédito.

Uno tras otro iban entrando en la sacristía con el aire aburrido de todo funcionario que desempeña cargos oficiales mecánicamente, siempre del mismo modo, sin creer en la utilidad del esfuerzo con que gana el pan de cada día.

Pues así vuelven a las tristezas y melancolías de ayer, cuando aun no me amabas, cuando la luz de tu cariño no iluminaba mi alma. A las veces no creo, no puedo creer que me amas, que te amo, y que soy dichoso. Así te explicarás eso que llamas «cosas mías muy raras». Así te explicarás esa lúgubre tristeza, ese desconsuelo que has observado en , y que te hace padecer.

Quisiera yo tener las ilusiones de esta gente, y creer, que como ellos creen, que con unas cuantas batallas ganadas por nosotros..., y por cierto que no cómo será eso de ganar batallas, sin ejército, ni generales, ni dinero, ni nada..., que con unas cuantas batallas se va a concluir todo felizmente.

La razon es, porque nosotros debemos creer, que Ticio despues de haber puesto todo el cuidado posible en asegurarse de la verdad, no se ha engañado; y si qualquiera de nosotros hubiera de asegurarse de la misma cosa, no aplicaría para lograrlo otros medios que los que Ticio ha aplicado, ni la razon humana pide otras prevenciones para creer las cosas.

Los tres hijos del campesino oyeron el pregón, y tomaron el camino del palacio, sin creer que iban a casarse con la princesa, sino que encontrarían entre tanta gente algún trabajo. Los tres iban anda que anda, Pedro siempre contento, Pablo hablándose solo, y Meñique saltando de acá para allá, metiéndose por todas las veredas y escondrijos, viéndolo todo con sus ojos brillantes de ardilla.

Al dejar la estacion y penetrar en la ciudad podría uno creer que ha salido momentáneamente de Bélgica y se halla en una ciudad española, triste, abandonada, estacionaria, petrificada por las tradiciones de peor carácter.

Esto le hizo creer que su auditorio estaba conmovido por la fuerza emocional de su discurso y cobrando más ánimo, continuó así: El segundo de los síntomas que me hicieron conocer el estado de mi alma fue una viva pasión de celos; pues cuando en los primeros días del mes corriente Antoñita se mostraba contigo tan insinuante, no pude impedir que germinase en mi corazón un odio feroz contra mi amigo de la infancia; odio, pronto apagado por la reflexión de que no te sería fácil corresponder a ese amor hallándote tan influido por el recuerdo de otro amor que absorbía tu alma.