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Además, en el Reino Unido hay tendencias y opiniones que creen que ya tienen demasiado número de colonias, que éstas son perjudiciales, y que debilitan mucho á la Metrópoli.

Pero aun en estado de embriaguez se guardaba de decir nada excesivo, y no protestaba contra nada. En fin, hay hombres que creen en Dios y los hay que no creen. ¿Y él? «Veamos. ¿Existe Dios? ¿ o no? No lo , no nada. ¿Y yo? ¿Existo yoKrilov siente un escalofrío: ni siquiera tiene una idea clara de si existe o no existe.

Hay que ver de cerca á los penados, como nosotros los vemos, para darse cuenta del escaso partido que se puede sacar de ellos para colonizar... ¡Mal ganado, caballero, mal ganado! ¡Y difícil do conducir! Todos creen, al llegar aquí, que van á estar en Jauja.

Menos diré, por consiguiente, que tanto los nuevos como los viejos creen que su oficio es oficio de memoria, y que puede asegurarse sin escrúpulo de conciencia que los más dicen sus papeles, pero no los hacen, porque acaso nuestros actores se lleven la idea de un loco que vivía en Madrid, no hace mucho, solo en su cuarto y sin consentir comunicación con su familia.

Acaso me hubiera estado mejor no pugnar por encumbrarme tanto, y limitarme desde luego, como ya me limito, a este mundo sublunar y a los hombres que le habitan, en quienes cabe progreso, porque, sin duda, tuvieron principio y crecieron; pero será, a mi ver, progreso limitado, porque ni éste planeta ha de durar siempre, ni es probable tampoco que la humanidad contenga en , en germen, facultades que se desenvuelvan en ascensión perpetua, ya mejorándola con incesante e indefinido progreso, ya haciendo brotar de su seno lo que llaman ahora el superhombre, en cuyo advenimiento creen no pocos, como, por ejemplo, el Sr.

Había concebido preocupación extraordinaria hacia uno de ellos, achaque que suele ser común entre los de su profesión, que se creen salvos y seguros si de aquel libran bien, sin cuidarse de los demás de la corrida. Además, estaba celoso; ¡celoso él, que no sabía más que vencer y recibir aplausos!

Entonces fueron proscritos esos venerandos objetos, que otras naciones, verdaderamente tolerantes y liberales, creen muy compatibles con lo que se llama regeneracion social en nuestro siglo de gongorismos políticos. Capilla de Nuestra Señora de Villaviciosa.

Por qué en aquel momento, en que mi amor por Gloria se convertía en delirio y embriaguez, en que todo me sonreía y tocaba al logro de mis deseos, sentí el alma inundada de tristeza y apetecí la muerte, no puedo explicarlo, pero así fue. Quizá tengan razón los que creen que el amor y la muerte son dos cosas que se identifican y confunden allá en el centro misterioso de la vida universal.

La campana del santuario de Loyola había tocado ya el último toque de misa y el hermano portero luchaba a brazo partido, en la misma puerta, con una de esas beatas pegajosas, ávidas siempre de santa curiosidad, propaladoras incansables de nuevas místicas, que creen asegurar el triunfo de la Iglesia y la extirpación de las herejías propagando entre fieles e infieles que el padre A estornudó dos veces seguidas, o que al padre B se le descosió la borlita del solideo.

Doce veces al año amanece, sin embargo, día 24; soy supersticioso, porque el corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer; sin duda, por esa razón, creen los amantes, los casados y los pueblos a sus ídolos, a sus consortes y a sus gobiernos; y una de mis supersticiones consiste en creer que no puede haber para un día 24 bueno.