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De aquel concierto también había nacido su anhelo creciente de paz, de amor puro, tranquilo... y aquella vaga esperanza, rechazada y rediviva a cada momento, de tener al fin un hijo, un hijo legítimo, único. Lo más admirable, , aunque no milagroso, era el cumplimiento de lo que él disparatadamente llamaba, para sus adentros, «la Anunciación».

El silencio de la joven, el creciente desconsuelo de sus miradas, el temblor de sus manos, la ansiedad que agitaba su seno, demostraban más y más al magistrado que había tocado la nota precisa; que verdaderamente Zakunine se había sentido otra vez presa del amor de la Condesa, que la nihilista había sufrido de los celos, que allí era necesario encontrar la razón del misterio.

Además, sufría, porque en su rectitud se consideraba en falta. Aquella noche de dolor y de delirio en que las palabras de su padre le hicieron conocer el estado de alma de Juan, había interpuesto una sombra entre ella y Huberto. Muchas veces quiso confiarle la afección creciente que sentía hacia Juan, y referirle los sacrificios que éste quería hacer para que su casamiento no fuese demorado.

Pero no estaba bastante lejos para que no llegasen hasta él los aires de un vals, cubriendo por momentos la voz sorda de la marea creciente. El ritmo de aquella turbadora música de baile se imponía a su espíritu enfermo y lo aniquilaba.

Ojeda escuchaba con interés creciente estas palabras de su amigo. Los Césares modernos los visitan a bordo de sus yates y los sientan a sus mesas; poco falta para que los emperadores, al escribirles, les llamen «querido primo» como es de uso entre testas coronadas.

Algunos bebían el vino espumoso como si fuese agua del río. Esto es caro en Europa decía un ruso de pelo largo y grasiento ; pero aquí, ¡con la diferencia del cambio!... Moreno, hombre de orden, consideraba con inquietud la sed creciente de los invitados.

La afición siempre creciente del pueblo al teatro; el número de cómicos, mayor cada día, y diversos abusos que se habían introducido en las representaciones, como ciertos bailes licenciosos y cantares obscenos, llamaron en 1586 la atención de las autoridades, y suscitaron dudas acerca de la conveniencia de estos espectáculos.

Los chicos volvieron a enterarse con creciente interés de la salud de Barragán. ¿Cómo se encuentra, padre? No ha habido novedad, ya lo vemos. Está gordo, señor; está usted muy lúcido... Pero siéntese, padre, siéntese... No queremos que se moleste. ¿No ves qué gordo y qué florido está el padre? dijo Federiquito dirigiéndose a su hermano. Está brillante como un espejo.

Era terriblemente histérica, pero con rara manifestación desbordante; los nervios desordenados repiqueteaban hacia adentro, y de aquí la súbita tenacidad en un disparate, el brusco abandono de una convicción; y en los prodromos de las crisis, la obstinación creciente, convulsiva, edificándose a grandes bloques de absurdos. Abusaba de la morfina, por angustiosa necesidad y por elegancia.

Sentía el orgullo de su salud, la certeza de que ésta no podía turbarse en medio de la zozobra creciente que se revelaba en la tristeza de muchos ojos y la palidez de muchos rostros. Era el placer egoísta del que contempla el peligro ajeno desde un lugar seguro. Además, experimentaba una satisfacción animal al apreciar su asiento mullido, el ambiente tibio, las plantas y flores que le rodeaban.