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¿Hemos de sobreponer el interés de los conjuntos lanzados a bárbaras guerras, al interés del inocente individuo que a solas lucha por el bien y por el amor? ¿Hemos de sobreponer el interés de la guerra, que destruye, al del amor, que crea y aumenta y embellece lo creado?

Es que, dando yo aún inmenso precio a mi vida, la daría, la vertería toda en el seno de la naturaleza, en una efusión de amor hacia ella y hacia el ser inmenso que lo ha creado todo y que todo lo llena. Pero no, yo no dudo de mi inmortalidad individual y consciente.

Pero mira en torno de ti, mézclate entre la multitud de hombres y mujeres que son felices o creen serlo. No les envidies la despreocupación, pero aprende de ellos esta doctrina: que la Providencia en la cual crees, a todo atiende, que todo lo proporciona y que ella ha creado inagotables recursos para satisfacer la necesidad de los corazones hambrientos.

Más tarde trataremos de los numerosos poetas valencianos, que sucedieron á Virués y á Artieda, y que comparten con Lope de Vega la gloria de haber creado el teatro nacional.

Y entonces aparece la luna en el cielo, y el hombre dice al astro de la noche: yo te conozco; eres el faro de mis esperanzas y mis dolores; Dios te ha creado para .

Maltrana añadió, después de una breve pausa: También existe otro embuste legendario: la muerte de Colón en Valladolid, en plena miseria, pobre víctima de la ingratitud del rey Fernando. ¿Qué más podía hacer éste por él? El antiguo vagabundo era Almirante, cargo el más honorífico de la nación, pues lo había creado un monarca para uno de sus tíos.

Venían después los fautores de Rosas, que no habían podido ver sin horror la obra de sus manos, o que, sintiendo aproximarse a ellos el cuchillo exterminador, habían, como Tallien y los termidorianos, intentado salvar sus vidas y la patria, destruyendo lo mismo que ellos habían creado.

Esos son los últimos representantes de la humanidad, «cuyo rostro fué creado para contemplar los astros.» ¡Qué enorme intervalo salvado entre la cabeza ideal del Apolo Pitio y la del pobre cretino, de ojos, sin mirada y risa que parece mueca!

Wilson, no poco sorprendido de esto, pues era una especie de patriarca favorito de los niños, trató sin embargo de proceder al examen. Perla, le dijo con gran solemnidad, tienes que recibir instrucción para que, á su debido tiempo, logres llevar en tu seno una perla de gran precio. ¿Puedes decir, hija mía, quién te ha creado?

Sin duda era el orgullo y no el amor quien impulsaba a Fray Miguel; Fray Miguel no consiguió nada. Entonces apartó el sentido y distrajo la atención de todo lo creado, de cuanto se muestra en lo exterior a nuestros ojos o resuena en nuestros oídos.