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«Para hinchazon de vientre por causa de calor se debe tomar cocimiento del arbusto Lacadbulan ó salvia. «Para curar los calambres provenidos de mucho trabajo corporal ó material, las hojas de Romero se friega en la parte dolorida ó suspensa del cuerpo y se sanara.

Si de mis cartas anteriores resultan encomios para el alma de Pepita Jiménez, culpa es de mi padre y del señor vicario y no mía; porque al principio, lejos de ser favorable a esta mujer, estaba yo prevenido contra ella con prevención injusta. En cuanto a la belleza y donaire corporal de Pepita, crea Vd. que lo he considerado todo con entera limpieza de pensamiento.

Y acentuándose con el andar del tiempo la nueva tendencia, se ha llegado en el más práctico de los pueblos modernos a hacer de la religión misma un instrumento de sugestión mental para la salud corporal, en la llamada "Christian Science" de Mrs. Eddy.

Así que a los postres, varios de aquellos presbíteros se juraban, estrechándose la mano, eterna fidelidad. Algunos se prometían ayuda corporal en el caso de que el sagrado pasto de los mansos parroquiales fuese violado por las ovejas de los incrédulos.

La misma libertad en que se había criado, y el constante ejercicio corporal, ya en útiles faenas, ya en juegos más de muchacho que de niña, habían hecho que Juanita, aunque no tenía la santa ignorancia ni había vivido con el recogimiento que recomiendan y procuran otras madres celosas, no hubiese pensado todavía en cosas de amor.

La experiencia atestigua que la fatiga puramente corporal, ó del sistema muscular, no siempre produce postracion intelectual y moral; y no es raro estar sumamente fatigado de cuerpo, y sentir muy activas las facultades del espíritu.

Con el fuego de su fantasía, con la rapidez y flexibilidad de su comprehensión y fecundidad, saben expresar toda la existencia humana en sus variados aspectos, dar forma corporal, verdadera y característica á sus infinitas manifestaciones, descubrir las más recónditas sinuosidades del alma, pintar las pasiones, no solo en su explosión, sino en sus causas y naturaleza, conmover á los espectadores con la representación de los afectos más extraordinarios que pueden mover el ánimo, y comunicarles la misma fuerza de la elocuencia y de la inspiración que los llenan.

Quien desee convencerse de ello lea unos cuantos libros de aquellos grandes escritores místicos que para hacer codiciable la gloria y posible la salvación, presentaban no sólo la belleza, sino aun la mera forma corporal, como cebo y acicate del pecado.

Sin embargo, el aplomo y la franca naturalidad de Romadonga fueron disipando poco a poco su turbación. ¡Era un hombre tan llano, tan jovial y corriente aquel D. Laureano!: le bastaban pocos momentos para inspirar confianza a cualquiera y ganarle el corazón. Como por la mano supo llevar el discurso desde la salud corporal de la joven a las cualidades de su carácter.

Conservaba como precioso tesoro todas las frases de elogio que la prensa había tributado a sus obras. El único deseo, el único afán de su vida era que su hijo siguiese las huellas de su padre, fuese un hombre respetado por su talento e ilustración. Dios quiso colmar sus votos. Primero comenzó a ver alzarse ante sus ojos la imagen corporal de su marido reproducida en el hijo.