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En cambio yo, solo sobre esta tierra miserable, reúno en todas las miserias de la humanidad, y todo lo que puede constituir un encanto o un alivio, me está cruelmente prohibido. Mis más dulces afectos se han convertido en tormentos insoportables, y el mismo aire que respiro se envenena en mis labios desde que Dios me ha desheredado de su Providencia. 10 de septiembre.

Cuando no era buena, me amenazaban con enviarme a su lado. ¿Quién? ¿La señorita de Boivic? ... y también Marivette. Convertido Lacante en el coco, ¿con qué alegría debe considerar esta niña la perspectiva de ir a vivir con él? Le han dado a usted de él una idea muy falsa...

A me lo es mucho; me cuesta trabajo desprenderme de una pasión que a fuerza de tiempo casi se ha convertido en costumbre. Existe, además, por desgracia, entre los dos un lazo imposible de romper por completo. El Destino ha hecho nacer del fango de nuestro pecado una flor hermosa, una cándida azucena.

Sabía que San Agustín había sido un pagano libertino, a quien habían convertido voces del cielo por influencia de las lágrimas de su madre Santa Mónica. No sabía más. Dejó caer el plumero con que sacudía el polvo; y en pie, bañados por un rayo de sol su cabeza pequeña y rizada y el libro abierto, leyó las primeras páginas. Don Carlos no estaba en casa.

Habían empezado por emborracharle con un licor dulce que ahora le estaba dando náuseas, un licor que le había convertido el estómago en algo así como una perfumería... ¡puf! ¡qué asco!; después le habían hecho comer más de la cuenta y beber, últimamente, de todo.

Paseo arriba, paseo abajo, empezó a monologuear como todo el que espera: «Esto es levantarse con el sol; estoy convertido en pájaro; no me falta más que trinar..., todo se andará. ¡Cuánto tiempo hacía que no madrugaba!; desde que troné con la devota. ¡Buen catarro me hizo pescar en las Jerónimas! ¡Y qué habilidad tenía para entrar y salir en una iglesia sin que la conociesen!

Vestía chaqueta y pantalón de basto paño pardo, chaleco de piqué de colores moribundos, adornado de algunos zurcidos, obras maestras en su género; faja de lana encarnada, como las gastan las gentes del campo; sombrero calañés de ala ancha, con una cucarda que había sido encarnada y que el tiempo, el agua y el sol habían convertido en color de zanahoria.

El tiempo había pasado sin disipar esas sombras: él no la decía que su amor lo había convertido en otro hombre, en un hombre capaz de otras cosas: ese orgullo la habría desagradado, tal presunción la habría lastimado. Sin decirle nada más, había ido viviendo en su puro encanto.

Un brasero enorme de plata repujada, montado sobre una tarima del mismo metal, con una fila circular de geniecillos que sostenían este monumento, lo había convertido Febrer en dinero, vendiéndolo al peso.

Pero ¿quién proveía a Cristeta de dramas y comedias? En el piso principal de la misma casa del estanco vivía un editor, quien, por ser pequeña su habitación, tenía arrendado en la planta baja un cuarto, convertido en almacén de las obras que administraba.