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Y al fin por interes la furia ingrata, Discordia, su contento desbarata. ¡Qué fuera si tuvieran plata y oro! Que aquesto mas conmueve en esta vida. Que al fin aquel que tiene gran tesoro Procura su contento sin medida, Aqueste fin le fuerza el triste lloro, Y llanto al navegante en su corrida, Y aquesta á veces causa en este mundo A muchos que desciendan al profundo.

Al fin una sonrisa iluminó su rostro, levantóse de la silla, y cogiendo el del joven entre sus dos manos, le dijo en tono alegre: Bien; este acto te enaltece; pero de podías tomar ese dinero sin desdoro. ¿No soy tu mamá? Raimundo se contentó con besar las manos que le aprisionaban. No se volvió a hablar de dinero entre ellos.

A pesar de darse los dos mútuas pruebas de amor y contento, abrigaban ambos fatales y mortificadoras pasiones; el archiduque, por el vehemente amor con la camarista; y por los mas rabiosos celos, Doña Juana. Pero vivian con la esperanza el primero de que jamás esta se enteraria de sus amores: y la segunda, de vengarse de una mujer que tan grandes sinsabores la habia hecho sufrir.

, padre respondió la duquesa ; y una sola cosa falta a mi contento, y es que queráis acompañarnos. Padre dijo el duque , ¿podéis negar algo a vuestra hija, que sería una santa si no fuera un ángel? El marqués miró a su hija, en cuyo rostro brillaba un gozo intenso; después al duque, que ostentaba la más pura satisfacción.

Por tomar muchos juntos, se le cayó uno a los pies del barbero, que le tomó gana de ver de quién era, y vio que decía: Historia del famoso caballero Tirante el Blanco. ¡Válame Dios! -dijo el cura, dando una gran voz-. ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos.

Cuando el sol se le metió por los puntos de la pluma, levantó la cabeza, satisfecho de su tarea. Miró al cielo. Estaba alegre, sin nubes. El buen tiempo en Vetusta vale más por lo raro. El Magistral se frotó las manos suavemente. Estaba contento.

Pero el año que viene no venía y en su lugar había otro aumento de cánon; Cabesang Tales se ponía serio y se rascaba la cabeza. El puchero de barro cedía su arroz al caldero. Cuando el cánon ascendió á doscientos pesos, Cabesang Tales no se contentó con rascarse la cabeza ni suspirar: protestó y murmuró.

Con esto á la Asumpcion llega la gente Con gran placer, contento y alegría, Y con mucho socorro, que el teniente Al camino enviado nos habia. La gente paraguense alegremente A nuestro Adelantado recibía, El cual de

Trató el negocio con los que se hallaban allí en corte, que lo entendían, y no contento con esto dió parte dello al Príncipe Doria, para no hacer cosa sin consejo y parecer de un hombre de tanta reputación y que con tanta afición y lealtad había servido siempre, y de más experiencia en semejantes cosas más que otro alguno.

En la escalera no volvió a encontrar a nadie, ni una mosca siquiera, ni oyó más ruido que el de sus propios pasos. Cuando Estupiñá le vio entrar sintió tanta alegría, que a punto estuvo de ponerse bueno instantáneamente por la sola virtud del contento.