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Al cabo de los ocho días se celebraron las bodas a oscuras. La niña vivió muy feliz. El novio salía muy temprano cada 50 mañana y volvía por la noche. Un día vino una vecina vieja a visitarla. Le preguntó si era feliz en su matrimonio. Ella le dijo que era muy feliz y que estaba muy contenta. Después le preguntó la vieja como era su marido, si era joven o viejo, feo o hermoso.

Cuando llegó el turno a Mercedes, Velázquez la retuvo las manos entre las suyas un momento y le dijo por lo bajo viéndola sonreir: ¡Qué contenta estás, Mercedes! Te alegras de que me vaya, ¿verdad? Ni me alegro ni me entristezco. Pues que nadie te obliga á marchar, debe de ser un viaje de recreo el que haces respondió ella sin dejar de sonreir.

Visitación también iba de tarde en tarde, la Marquesa casi nunca, y así de todos los amigos y amigas; el Magistral y sólo el Magistral. Aquel buen señor «hacía el vacío» en derredor de la Regenta. Ella estaba contenta, no parecía echar de menos a nadie; pero él, don Víctor, no era de la misma opinión; quería trato, conversación, amena compañía.

A la pregunta que leyó en mi mirada inquieta, no respondió sino con un vago encogimiento de hombros. No dónde, dos o tres habitaciones más lejos, la voz de Roberto que discutía con el anciano. Era una prueba de que él tampoco se alejaba de la cama de la enferma. «¿Pero por qué se contenta con quedarse afuera? me preguntaba. Casi se diría que le está prohibida la entrada

»El me habla poco de usted, pero en cambio le hablo yo, y como él le conoce tanto, aprovecho esa circunstancia y aun abuso de ella siempre que viene a verme. Cuando entra me saluda, y si hay otra visita guarda silencio con aire meditabundo y se contenta con mirarme de un modo tan insistente que yo acabo por sentirme desazonada y molesta.

, los lunes... hoy es martes... pero tiene usted seguridad de encontrar siempre a Fabrice en su taller... y probablemente también a su mujer, porque me parece que aquél está haciendo su retrato. ¡Ah! ¡eso me interesará! Habló Pedro en seguida de bailes, de teatros, y a poco se despidió de la señora de Aymaret. Al darle la mano le dijo ésta conmovida: ¡Muy contenta de verle tan prudente!

Que ella desearía hablarle, sólo para pedirle perdón, si lo ha ofendido, y para quitarle del corazón esa espina, pues no estará contenta mientras él tenga rencor. Ya Vd. comprenderá, capitán, mi alegría: ni preparado por hubiera salido mejor esto.

Pero un beso ahogó las palabras en sus labios. ¡Mi hija, mi hija, mi hija querida! dijo la viuda con voz trémula ; calla, calla, no llores. No irás al convento. Ya no más penas, no más dolores, alégrate. Mañana serás feliz. No irás al convento. Ríete, ponte contenta. Mañana verás a tus enemigos arrastrarse a tus pies e implorar tu piedad.

Pasaba sin pensarlo a otro eslabón. «Pero ella no querrá... Tiene mucho orgullo y mucho tupé, mayormente ahora que se la comerá la envidia. ¡Ah!, que no me venga ahora hablando de sus derechos... ¿Qué derechos ni qué pamplinas? Esto que yo tengo aquí entre , no es humo, no. ¡Qué contenta estoy!... El día en que esa lo sepa, va a rabiar tanto, que se va a morir del berrinchín.

Se echa de ver que el bienestar reina en esas campiñas, al reparar la dulce y contenta fisonomía de los campesinos, la pulcritud y propiedad de sus vestidos, la belleza candorosa de las mujeres, la robustez algo rubicunda de los niños, el órden y holgura de las habitaciones, y el esmero con que son cultivadas las tierras.