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El automóvil era para las señoras. Pepita apreciábalo en mucho porque era un motivo de envidia para las amigas; doña Cristina consideraba como un homenaje á la Fe, el llegar en él á las puertas de la iglesia de los jesuítas. Era el dernier cri de la devoción; daba á entender, según ella, que el progreso no está reñido con el dogma.

Lo que aquel ve claro, este lo encuentra oscuro; lo que el primero consideraba fuera de duda, el segundo lo mira como muy disputable.

En parte mintiendo, en parte diciendo verdad, Carolina resolvió asegurar la adquisición que acababa de hacer. Mezcló en sus frases lo cierto con lo calumnioso, y procuró apartar a don Quintín de Mariquilla, haciéndole creer que le consideraba capaz de la mayor generosidad y lleno de ardimiento para los dúos amorosos. Vamos, ¿qué hacía aquella... desdichada? tornó a preguntar don Quintín.

A Quintanar se le dijo que se convidaba a De Pas para ver a Obdulia coquetear con el clérigo, y al pobre Bermúdez, enamorado de la viuda, rabiar en silencio. A Quintanar le pareció bien la ocurrencia, pero dijo «que él se lavaba las manos, por lo que había de irreverente en el propósito; a pesar de que ya se sabía que él consideraba a los curas tan hombres como los demás».

Leonora lloró como una viuda, le fue odiosa la tierra donde había sido feliz con el primer hombre amado, y abandonando gran parte de las riquezas que le había cedido el conde, se lanzó en el mundo, corriendo los principales teatros, en su fiebre de aventuras y viajes. Tenía entonces veintitrés años y se consideraba vieja. ¡Cómo había cambiado!... ¿Amores?

Flimnap, después de muchas preguntas, sacó la conclusión de que el gigante no había matado á ninguno de los que consideraba sus enemigos. Felizmente para éstos, su pequeñez les había hecho escapar del único golpe que el gigante tiró con su árbol contra el grupo de policías.

Antes de llegar a una aldea se destacaba el irlandés y entraba solo; inspeccionaba el pueblo; si veía algo que consideraba peligroso, en la primera casa marcaba una cruz con carbón; en cambio, si no había nada inquietante, dibujaba un ocho.

Que ya consideraba lo harian rico, y capitan de sus tierras, pero que aquello era conversacion. Esta Solia era hombre de verdad, y muy conocido entre ellos. El capitanejo Necultripay me comunicó haber estado en varias ocasiones á lo de estos españoles, acompañado de los indios imediatos á los dichos.

Yo me consideraba rebajado en él. Además, yo no creía que la bondad se caracterizase por la blandura ni por la humedad. Conocía muy bien a mis convecinos, y el que se les cayesen las lágrimas o el moco era para lo mismo que si les hubiese atacado el hipo.

En sus manos eran a diario: el Tratado de la Naturaleza de Malebranche, Los Pensamientos de Marco Aurelio, la Historia de España de Mariana, los Epigramas de Marcial, las endechas de Massinger, el Capital de Marx, las elegías de Propercio, los Ensayos de Macaulay, las Observaciones de Llorente, el Catecismo de Lutero, todo le era familiar, conocido, íntimo, y consideraba los periódicos como soldados y los libros como hermanos.