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Al abandonar la provincia, y al entrar en la de la Laguna, no pudimos menos de volver la vista al brumoso horizonte que dejábamos, y al divisar los confusos contornos del Banajao alumbrados por la cansada luz de la caída de la tarde, sentimos una verdadera y tierna emoción al abandonar, quizás para siempre, aquel coloso á cuya sombra ha nacido este pobre hijo mío.

Estas palabras profirió el Sr. de las Matas de Arbín, dejando, como siempre, asombrados y confusos á sus oyentes, que casi nunca medían el alcance de su discurso, concertado y elegante. «Mi primo César es un pozo de ciencia», solía decir el capitán. Y en efecto, lo era; no hay que dudarlo.

Mas, apenas agitamos un poco tan misteriosas profundidades, nos extraña ver cómo surge de ellas todo un extraño mundo de insospechadas aprensiones, de confusos remordimientos y de dudas jamás presentidas.

Luego tocaba a Isidora explanar sus pretensiones. ¡Pero le era tan difícil hacerlo!... Sus ideales eran confusos, y su posición particular, su delicadeza, no le permitían hablar mucho de ellos. ¡Oh!, si dijera todo lo que podía decir, Miquis se asombraría, se quedaría hecho un poste. ¡Pero no, no podía explicarse con claridad! La cosa era grave.

4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu Santo les daba que hablasen. 6 Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar su propia lengua. 7 Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: He aquí ¿no son galileos todos éstos que hablan?

Este extraño acontecimiento me causó la más viva sorpresa. Sin embargo, con ayuda de mis recuerdos y de los detalles confusos, que me daba Alain, llegué á darme una explicación de ellos, que noticias más positivas debían confirmar muy luego. Como ya he dicho, el negocio de la sucesión de la rama española de los Porhoet había pasado por dos fases.

Urbási, desde que llegó a ser núbil, se sintió atormentada por amor sin objeto; pero no sin objeto, sino por objeto a su ver imaginario, que columbraba su mente en la vaga penumbra de confusos recuerdos, en las casi borradas impresiones que anteriores existencias acaso han dejado en el alma. Antes de que te viese, Urbási te amaba. Te vio, y fuiste su salvador. En el día, Urbási te idolatra.

Durante la primera le dominaron los recuerdos confusos del pueblo con sus faenas y labores; acordábase de las conversaciones en que la tierra era la preocupación de todo el año, y empeñándose mentalmente en resucitar sus impresiones, se esforzaba en reconstruir, con reminiscencias vagas y sensaciones olvidadas, aquellos días que no habían de volver jamás; las lluvias primaverales que hacían entrever los carros repletos de doradas gavillas; el estío con las llanuras serpeadas por surcos que parecían encender el aire en la irradiación de sus terruños abrasados; el otoño con sus frutas mal sujetas a la cargada rama, convidando al paladar a refrescarse con su azucarado jugo; las tardes con sus vientecillos impregnados de perfumes, y las calladas noches envueltas en misterios, poblaban su pensamiento de ensueños indecisos.

Y las tres mujeres, con el cerebro embotado por el choque de confusos pensamientos, arrastrando sus hermosas faldas, que olían a cuadra, subieron lentamente la escalera, como agobiadas por el dolor. Amparito, en otras ocasiones la más risueña y juguetona, era la que ahora lloraba como una niña, Su madre había tenido que sacarla de la infecta cuadra cogiéndola del brazo.

El estupor que produjeron estas palabras reveladoras en el atento concurso, compuesto de muchachos rudos e ignorantes, pero de gran viveza de imaginación, fué tan extraordinario, que por un corto rato no se oyó la más insignificante voz, señal cierta de que las ideas vertidas por Santorcaz, entrando de improviso en los obscuros cacúmenes de sus oyentes, habían armado allí gran zipizape y polvareda, dejándoles aturdidos, confusos y sin palabra.