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No había que confundir los impulsos del corazón con las rutinas sociales. Si lo principal era entre nosotros conservar vivo el fuego sacro, yo no tenía por qué escandalizarme de que él necesitara, para alimentar el que había en su corazón, ritos y procedimientos distintos de los que yo hubiera preferido.

Cuando el matrimonio se hundió por todas partes fue cuando las leyes civiles, que no hay que confundir con las religiosas, multiplicaron sus prescripciones para obligar a realizarlo. ¿Quién pensaría en buscar penas severas para los recalcitrantes ni en acentuar los castigos que les están destinados si no hubiese necesidad de castigar ni de obligar?

En la mayor parte de los casos de gastropatía, se puede tener presente, que si la nuez vómica es ineficaz, la manzanilla aliviará, aun cuando sea otro el medicamento indicado para la curacion. =Dósis.= Se curará á veces con una ligera infusion de un puñado de la planta seca, que es preciso no confundir con la manzanilla romana.

Proponer esta cuestion es confundir el yo como sujeto con el yo como objeto de la reflexion del sujeto absoluto; y esto es una inconsecuencia: el yo se pone á mismo; se percibe en este caso bajo la forma de la representacion, y solo entonces es alguna cosa, un objeto; bajo esta forma la conciencia percibe un substratum que es, bien que sin conciencia real, y que además es concebido bajo forma corpórea.

Los príncipes no son señores de vidas y haciendas; apenas se halla tirano, amable o no amable, que pueda disponer de la fortuna pública para proteger a los poetas y literatos; y lo más natural es que éstos se hagan pagar por el público su trabajo; porque no se ha de confundir por ningún estilo el antiguo patrocinio de los príncipes con lo que hoy se llama protección oficial.

Descartes entiende por pensamiento todo fenómeno interno de que tenemos conciencia. Para consignar este hecho, no necesita analizar proposiciones, ni confundir el entendimiento, cuando cabalmente es menester mas claridad y precision. Para llegar al mismo hecho Fichte da largos rodeos, Descartes lo señala con el dedo, y dice: aquí está. Lo primero es propio del sofista, lo segundo del genio.

No tenía consuelo desde la muerte de su esposo y se extinguió apaciblemente, sin una queja. Se hubiera dicho que no podía vivir sin las injurias con que su marido la había colmado diariamente durante veintitrés años. Desde entonces los dos hermanos se quedaron solos en el molino. Nada extraño era que se uniesen más estrechamente aún, que tratasen de confundir sus existencias.

Daremos, pues, á conocer estos poetas dramáticos españoles más famosos, y comenzaremos por aquéllos que llegaron á la cúspide de su arte, en el tiempo en que vivía Lope de Vega. Diego Jiménez de Enciso. Juan Pérez de Montalván. Diego Jiménez de Enciso, poeta, que no se debe confundir con Bartolomé de Enciso, algo posterior, era natural de Sevilla.

Previas estas observaciones, muy importantes para deslindar cosas que hay peligro de confundir, examinemos las relaciones de nuestras ideas con las representaciones sensibles.

Bartolomé de Anciso ó Enciso, que no se debe confundir con el Diego Jiménez de Enciso, mencionado en el tomo III, pág. 367. De Juan Cabeza Aragonés se conserva una primera parte de comedias: Zaragoza, 1662.