United States or Monaco ? Vote for the TOP Country of the Week !


Nos contentábamos con dar grandes paseos a pie, y admirar las puestas de sol; eran magníficas, ¿no es verdad, Diana? Confieso que no tengo el alma tan poética como , querida mía, y que soy menos sensible a las bellezas de la Naturaleza. Yo hubiese dado de muy buena gana toda aquella belleza por una sola de nuestras buenas reuniones del Casino. Un movimiento se produjo en el salón.

Confieso que á juzgar por su aspecto no hubiera esperado de él tanta entereza. Pues yo declaro que el aire de Burdeos ha trocado á mi compañero en gallo de pelea, porque jamás había salido del condado de Hanson joven más apacible y modesto que él. ¿, eh?

¿Y qué le dices? ¡Pues no quiere usted saber poco! Ni el padre Anselmo, que es mi confesor, pregunta tanto. Algo de muy interesante y misterioso tendrá lo que dices a Antoñuelo, cuando ni al padre Anselmo se lo confiesas. No se lo confieso porque no es pecado, que si fuera pecado se lo confesaría. Y no se lo cuento tampoco, porque a él no le importa nada, y a usted debe importarle menos que a él.

Hasta ayer no pude llevármela a mi cuarto, mientras su madre se quedaba con mi padre, y, confieso mi debilidad, señor cura, no pude reprimir un movimiento de repulsión cuando me dio la mano. ¿De modo que ha vencido usted? me dijo en seguida. ¿Tiene usted mis cartas? Aquí están.

Si cedí a una tracción irresistible, no fue sin lucha ni combate. Hoy me confieso vencido y ni mi corazón ni mi razón pueden hacerme avergonzar de mi derrota. Pertenecemos a la misma clase; nada nos separa realmente, ni la educación ni los gustos.

En lo otro de la clavija que vuestra merced dice del conde Pierres, y que está junto a la silla de Babieca en la armería de los reyes, confieso mi pecado; que soy tan ignorante, o tan corto de vista, que, aunque he visto la silla, no he echado de ver la clavija, y más siendo tan grande como vuestra merced ha dicho.

Confieso a usted, Ojeda, que nunca me he sentido mejor, y por mi voluntad podía prolongarse este viaje hasta el fin del mundo. ¡Ojalá fuese el Goethe vagando por el Océano, como el «Holandés errante», siempre que no se agotasen sus repuestos de víveres y bebida!... ¿Qué falta aquí?... Mujerío elegante y hermoso que puede verse de cerca y le dirige a uno la palabra como a un amigo antiguo; buena mesa, fiestas, bailes y ausencia total de moneda.

Pero confieso que al visitar la catedral de Aquisgran no pude ménos que hacer ciertas reflexiones amargas.

Me han gustado siempre mucho los versos... Leo pocos, ¿sabe usted?... Como uno tiene tantas cosas que hacer... ¿Y cuál es el poeta que usted prefiere? ¿Yo? Zorrilla. Perdone usted, señor Sanjurjo; confieso que escribe muy bonitos versos. Algunos he leído, y aun de memoria, que me encantan... Aquello de

Estas mujeres son el diablo contestó D. Acisclo . Nada se les oculta. Todo lo penetran. No quiero ni puedo ya negarlo. Voy a ser otro del que he sido hasta aquí. Confieso que la consideración del mérito de mi sobrino me ha servido de estímulo. ¿No lo decía yo? exclamó doña Manolita . D. Acisclo, ¿se nos va V. a ir a la China o a la India a convertir infieles?