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Era inevitable de vez en cuando la cólera del río: hasta había que agradecerla, pues constituía diversión inesperada; una agradable paralización de trabajo. La confianza moruna daba tranquilidad a la gente.

Su primer impulso fue negarse a ser administradora y apoderada de semejante persona; pero tal prueba de confianza la anonadaba. Insistió en dar el dinero; insistió más la otra en dejarlo en manos que tan bien lo sabían aumentar, y así quedó el asunto.

Cuando entró en su casa doña Juana de Velasco, duquesa de Gandía, de vuelta de palacio, se encerró diciendo á su dama de confianza: Cuando vengan don Juan Téllez Girón y su esposa doña Clara Soldevilla, introducidlos y avisadme. A seguida se sentó en un sillón, y quedó inmóvil, pálida, aterrada, muda como una estatua.

Estas demostraciones de estima y afecto obligaron á nuestros Padres á que con confianza le manifestasen su designio de convertir á la á los Chiriguanás y á que se dignase interponer su autoridad contra cualquiera que osase oponerse á esta empresa.

Se podía navegar en su balandro con la misma confianza que en un navío de tres puentes. Se convencerían de ello en cuanto le vieran, como habían de verle muy pronto.

El Confianza se deslizaba como una exhalación por la rápida pendiente; la rueda apenas batía las aguas y volábamos sobre ellas; mientras allá arriba, en la casucha del timonel, seis manos robustas mantenían la dirección del barco.

Nada le gusta tanto como que tengan confianza en ella en asuntos de dinero... ¡Ah!... leo en ella como leo en ti. ¿No ves que la traté bastante en vida de Jáuregui, que, entre paréntesis, era un hombre excelente?

Aurora estaría al frente del departamento de equipos de boda y canastillas de bautizo, ropa de niños y de señora. El capital para la instalación de esta importante industria habíalo facilitado D. Manuel Moreno-Isla, que tenía confianza en la honradez y tino de Pepe Samaniego.

El de engreido, me buscó: yo ninguna culpa tengo; el mismo vino a peliarme, y tal vez me hubiera muerto si le tengo más confianza o soy un poco más lerdo. Fue suya toda la culpa porque ocasionó el suceso. Que ya no hablaban tampoco, me lo dijo muy de cierto, de cuando con la partida llegué a tener el encuentro.

Llegaba hasta ellos el movimiento invisible de la ría, el ruido de los tranvías al otro lado de las planchas de hierro que cubrían las verjas. El millonario mostraba su satisfacción al verse solo con el médico, el único amigo que le inspiraba confianza, y como prueba de cariño le echó sobre un hombro una de sus manazas.