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Reichenberg era la única que le animaba; ni un instante, en el tráfago enervante de los ensayos, decayó su fe; la exquisita actriz, confiada y alegre, sostuvo la voluntad, ya vacilante, de Rostand, y le infundió ánimos para llegar al estreno.

Las jóvenes menestralas, que ascendían lentamente hacia la ermita, se impacientaban, chillaban, más por la suciedad del polvo, que por temor a los corceles, dirigían chufletas de peor o mejor gusto al inflexible Piscis, que éste no escuchaba siquiera, absorto en la contemplación de las patas del caballo, cuya alta dirección le estaba confiada. ¡Uf, la carretera es poco para él!

Ella había sufrido íntimamente al ver que la pureza de las intenciones no bastaba, pero no había expresado su propio dolor, cierta de haber contraído un compromiso ante Dios hasta la muerte, y confiada en hacerle reconocer tarde o temprano, aun siendo el hombre que era, la santidad del deber. ¡Cuánto debía haberla amargado el desengaño al descubrir la inutilidad de su entrega!

Así, con el transcurso del tiempo, habíase venido a formar entre ellos una amistad tan estrecha y confiada, cual puede ella serlo tratándose de dos hombres por naturaleza altivos y reservados.

Era su primera falta y deseaba que fuese la última. ¡Ay! ¡Su reputación intacta hasta entonces!... ¡El miedo á lo que podía decir la gente!... Los dos retrocedieron hasta la adolescencia; se amaron con la pasión confiada y pueril de los quince años, que nunca habían conocido. Julio había saltado de la niñez á los placeres del libertinaje, recorriendo de un golpe toda la iniciación de la vida.

Millán permaneció en Ávila durante algunas semanas, hasta dejar establecida y en actividad la imprenta cuya fundación le fue confiada.

Y estos medio hombres hablaban, fumaban, reían, satisfechos de ver el cielo, de sentir la caricia del sol, de haber vuelto á la existencia, animados por la soberana voluntad de vivir, que olvida confiada la miseria presente en espera de algo mejor.

Cada vez que sonaba la campanilla, parecíale que llegaba otra vez el dichoso hombre aquel con el antipático papelito... ¡Si Bringas se enteraba...! Pensando esto, su zozobra era verdadero terror, y empezó a discurrir el modo de salir del paso. Pocos días antes había tenido casi la mitad del dinero; pero confiada en que no la pasarían la cuenta, habíalo gastado en cosillas para los niños.

Vino ésta por fin al suelo, y diez, quince, veinte personas se precipitaron en el portal dando gritos aterradores; pero al llegar al patio, hubo un instante de vacilación, de terrible sorpresa. Doble fila de soldados apuntaba á la multitud, que, confiada en su fuerza, no pudo resistir un movimiento de terror, retrocediendo al ver que se la recibía de aquella manera. "Atrás", dijo la voz del jefe.

El padre era el único que salía, mostrándose tan confiado y tranquilo por su seguridad, como cuidadoso y prudente era para con los suyos. Pero no hacía ningún viaje á Valencia sin llevar consigo la escopeta, que dejaba confiada á un amigo de los arrabales.