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Los Laroque poseen una fortuna territorial considerable, cuya administración estaba confiada en estos últimos tiempos, á un intendente que yo me tomaba la libertad de mirar como un bribón. Al día siguiente de nuestra entrevista, Máximo, recibí la noticia de la muerte de este individuo: me puse en camino inmediatamente para el castillo de Laroque y he pedido para usted el empleo vacante.

Y no obstante, él ha amado, ama aún y llora a otra. No sabrá amarla como yo la amaba. No puede dedicar a ella todos sus recuerdos, todos sus pensamientos, toda su vida, y cuando esté recostado sobre su seno, pensará en otro amor y en otra felicidad. ¡Desengáñate de tu dicha, alma tierna y confiada! Ese esposo no es el que el cielo te destinaba.

¿Qué mayor consuelo dijo Lázaro, que vivir con el espíritu en regiones de paz, donde no hay infamias ni perfidias? Elevarse con exaltación y amor, disfrutar con toda pureza de las dulzuras de una comunicación con Dios, y vivir orando, confiada en el pago de tanto amor, en la gratitud infalible del objeto amado. ¡Oh, qué felicidad!

Y ella... ella levantó al fin los ojos. Su semblante no mostraba más expresión que la del respeto, la del agradecimiento: era la misma niña de seis años antes, pero hermosa, hermosísima, con un traje de seda, en una habitación amueblada con gusto y confiada y tranquila a mi lado, como si se hubiera tratado de su padre.

Pasan incesantemente los automóviles ligeros del ejército americano. Son innumerables; se les encuentra en las calles, en los caminos de la costa, subiendo como hormigas roncadoras las faldas de los Alpes. Una vida robusta, alegre, confiada, una vida de veinte años parece reanimarlo todo. El concierto en la terraza lo da una banda de música americana.

Capítulo XVI Donde se prosigue la demostración de que el amor puede hacer astuta a la engañada y crédulo al engañador La carta confiada por don Juan a Julia y leída con avidez por Cristeta, decía lo siguiente: « que no tengo derecho a pedirte nada, ni lo merezco, pero es necesario que hablemos una sola vez; cinco minutos, donde quieras. Puedes escribirme a mi casa con entera confianza.

Aquel tranquilo declinar de un día nebuloso, precursor de otros más serenos, la seguridad del cielo que se despejaba y se embellecía, aquella alegría de los niños para animar el parque ya casi despojado de hojas y de verdor, una madre confiada y feliz sirviendo de vínculo de unión del padre con los hijos, este último grave, llena la mente de pensamientos, confortado, recorriendo a paso lento la rica y fecunda alameda cubierta de parra, aquella abundancia en medio de aquella paz, aquel colmo del deber en la felicidad, todo, en fin, lo que estaba en torno de nosotros constituía, después de nuestra conversación, un desenlace tan noble, tan legítimo, tan evidente, que conmovido le tomé el brazo a Domingo y se lo apreté aún más afectuosamente que de costumbre.

¡Por la gloria! dijo el cadete campanudamente, recordando las arengas del coronel-director de la Academia . ¡Por la patria, cuya defensa nos está confiada! ¡Por el honor de nuestra bandera! ¡La gloria! dijo Gabriel irónicamente . Conozco eso.

La niña no se sorprendió al verla... Había ofrecido aquella tarde, por aviso del padre Cifuentes, el sacrificio de su vida, y esperaba confiada y serena, como esperan las lágrimas del pecador los ángeles de la guarda...

Y también me enoja, no ya el que no piense en y me busque novio, que tiempo hay de sobra y yo no tengo priesa, sino que distraída ella con su general, no me vigile y me deje confiada al adefesio de doña Rita, que, si bien fue su aya, tiene más conchas que un galápago.