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Los estudios relacionados con las ciencias llegaron a mirarse con tal indiferencia que, así como Felipe III había encomendado a su confesor la presidencia de una junta solicitada por el general Conde de Villalonga para la reforma de la artillería, Felipe IV confió a una reunión de teólogos el proyecto de canalización del Manzanares y el Tajo, los cuales piadosos varones rechazaron la idea diciendo que, «si Dios hubiera querido que ambos ríos fueran navegables, con un solo fiat lo hubiese realizado, y que sería atentatorio a los derechos de la Providencia mejorar lo que ella, por motivos inescrutables, había querido que quedase imperfecto».

El conde dio un paso hacia el gabinete, sin apartar la vista de la pálida señora.

Sin ver logrado este deseo, falleció el conde de la Monclova el 22 de septiembre de 1702, siendo sepultado en la Catedral; y su sucesor, el marqués de Casteldos Ríus, no llegó a Lima sino en junio de 1707.

Al descubrirse el jinete dejó ver que era un joven como de veinticuatro años, blanco, rubio, buen mozo y de fisonomía franca y noble, á que daban realce dos hermosos y expresivos ojos negros. ¡Ah! ¿Acabáis de venir? dijo el conde de Olivares prevenido en favor del joven . ¿Y á qué diablos os venís á entrar con ese caballo por las caballerizas del alcázar? En sus tiempos debe de haber sido mucho...

D. Álvaro, en esta época, disfrutaba siempre de mejor humor, y solía, mientras presenciaba, sentado sobre la hierba, los trabajos de la gente, contarles alguna anécdota chistosa de su juventud ó dar un poco de cantaleta con pesadez cómica á alguno de sus criados. El conde de Trevia vió á Laura, como hemos dicho, á su vuelta de Francia.

Es preciso otro más claro y más breve. Le entregó la tarjeta, y se despidió. Stein leyó: El duque de Almansa. Y Pedro de Guzmán, que estaba allí cerca, añadió: Marqués de Guadalmonte, de Val-de-Flores y de Roca-Fiel; conde de Santa Clara, de Encinasola y de Lara; caballero del Toisón de Oro, y Gran Cruz de Carlos III; gentilhombre de cámara de Su Majestad, grande de España de primera clase, etc.

Todos parecían estatuas, menos Octavio, que á menudo mudaba de postura haciendo rechinar la silla. Realmente, parece que han traído ustedes el buen tiempo consigo dijo al fin. Hoy es el primer día bueno desde hace lo menos quince. ¿De veras? dijo el conde, sin dejar de atender á los cristales.

Aquella pequeña traición los ató con nudo más fuerte, estableció entre ellos una relación singular que el conde no se atrevía a definir en su pensamiento, medroso de resbalar en un abismo.

Son del Conde de Oñate dijo el Diablillo , timbre esclarecídisimo de los Ladrones de Guevara, Mercurio Mayor de España y Conde de Villamediana, hijo de un padre que hace emperadores, y es hoy presidente de Ordenes.

El Conde no respondía con desvío. Esto hubiera sino menos cruel. El Conde respondía con gratitud, con cortesanía extremada y con tan glacial acatamiento, que ponía fuera de a la pobre Marquesa.