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Mendo quiere vengar en seguida su afrenta, pero conoce que sus débiles fuerzas se lo impiden, y cede á la resistencia de los demás, hasta que cae postrado en tierra y abandona quejoso la corte bajo el peso de sus años. Los grandes se conciertan después hasta confiar la tutela del Rey al conde Melén González.

Comprendió que algo grave pasaba. En efecto, el conde de Onís se moría, se iba por la posta, según decían sus deudos. El médico ordenó que le dispusiesen. A las seis de la tarde, cuando ya había oscurecido, las puertas del palacio de Onís se abrieron para recibir al sacerdote portador de la Sagrada Hostia, que venía en el carruaje de la casa.

El conde tropezó a los pocos pasos con Fernanda Estrada-Rosa que venía de bracero con una amiga. Por lo visto no había querido bailar. Era la joven que hacía más viso en la ciudad por su belleza y elegancia y por su dote. Hija única de D. Juan Estrada-Rosa, el más rico banquero y negociante de la provincia.

No se citaba, durante su matrimonio, un solo triunfo que el amor hubiese alcanzado sobre ella. Había sabido infundir, o sin saberlo ni pretenderlo ella, había infundido esperanzas que no llegaban a cumplirse. Hasta ya viuda, Elisa no había tratado con frecuencia al Conde de Alhedín. Verle y desear enamorarle fué en ella todo uno.

»¡Escúcheme dijo a mi esposo; escúcheme en nombre de la salvación de su alma! »E inclinando su cabeza al oído del Conde, le dijo algunas palabras que no pudimos entender. »Durante este tiempo el magistrado se acercó lentamente, aunque guardando una respetuosa distancia.

Malas lenguas han dado en propalar que el Conde, al casarse con ella, no tuvo en cuenta sino su negocio. Nada de amor. La condesa se casó casi niña, excitada a ello por su madre, y sin comprender toda la trascendencia de aquel paso.

Conde de San Pol y de Mosiur Le Grande, y de otros. Y que sobre esto se diga por alguno, y se vea, q. es Título ad honores.

Era el castillo en el aire del pobre Mantoux, llamado Poca Suerte. La casa fue alquilada el 24 de septiembre, amueblada el 25 y ocupada el 26 por la mañana. Así se lo hicieron saber a don Diego. El conde pasaba un verdadero suplicio desde hacía tres días. Germana le contó la visita que había recibido.

Pues bien, repentinamente, cuando menos podía pensarse, el conde cometía el absurdo de alzarse distraídamente de la silla, bostezar y marcharse a hacer solitarios a un rincón de la mesa. Por su parte Fernanda caía en idénticas flaquezas, poniéndose a charlar animadamente con el chico del regente de la audiencia sin dirigir una mirada a su novio.

No quiera Dios, mi querido amigo protestó vivamente Raúl, que sentía ya su torpeza; creo que es un oficial de mérito, del que no tengo nada que decir... Pero no es sólo... Creía haber encontrado con frecuencia a la señorita Raynal en casa de su madre de usted, señor conde dijo tranquilamente el notario.