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¡Por una horrible injusticia y un juego de cubiletes infame! exclamó un anciano militar que en aquel momento entraba en el café. Yo, conde de Fuentes, que soy el teniente coronel más antiguo, tenía más derecho que nadie a mandar un regimiento por mi cuna y por los servicios que presté al difunto rey Felipe V, porque me arruiné durante la guerra de sucesión.

Con esto casi puede decirse que fue desde entonces el secretario particular del conde, y como tal era considerado por las personas que frecuentaban la casa. No tardó en hacerse indispensable a la familia.

Pedro, no tenéis razón; Que el Conde gusta que sea Padrino con Isabel. Ensancharáse con él Cuando á su lado se vea. 2430 Yo que si me casara, Padrino os hiciera á vos. Yo no pude más, por Dios. Pedro ¿también no la honrara? ¿No tengo cueras y sayos, 2435 Capas, calzas, que por yerro Quedaron en su destierro Vinculadas en lacayos?

Cuando él me favoreciera, Mi favor lo hubiera sido; 700 Mas no me quiso entender: Tomo la amistad del Conde. Agora tibio responde. Aun no ha llegado á querer. DO

¿Nos ha prestado algún servicio? dijo el rey. ¡Oh, importantísimo! ¿recordáis, señor, las dos cartas escritas por el conde de Olivares y el duque de Uceda á don Rodrigo Calderón, que os di á leer anoche? ¡Oh, ! cartas que yo he dado á leer al duque de Lerma. Y que han causado la variación que se nota en el duque. Indudablemente.

Efectivamente, Luis lo disimulaba bien; pero como, por más esfuerzos que se hagan, siempre queda un cabo suelto, un resquicio por donde sale la luz, ella había adivinado hacía ya mucho tiempo que el conde, en lo profundo de su corazón, guardaba recuerdo muy grato de Fernanda. Atiendan ustedes: hace algunos días se le ocurrió a Moro decir que tenía dos dientes postizos.

Mañana será otro día... El conde no ha de ser siempre diputado, señorito... y cuando llegue la ocasión, todos arrimaremos el hombro y le ayudaremos á empinarse... Octavio sintió un fuerte estremecimiento al oir el nombre del conde de Trevia, como si despertase de un sueño profundo.

Sentado como se hallaba, así y en media voz, y ésta ronquilla, y más asomada a lo bronco que a lo apacible, se entretenía cantando de esta manera: MORETO Nací muy pobre, ¡oh qué dolor! Bien, pobre aun soy, mas esto es hoy mañana no. Que quien desprecia, ¡viva el valor!, en lid la muerte, al fin la suerte lo coronó. Lid haya y guerra , ¡vive Dios!, bien corra el dado, y de soldado a conde iré.

Su esposa lamentaba con gestos desesperados el saqueo del castillo. ¡Qué de cosas ricas desaparecidas!... Deseosa de salvar los últimos restos, buscaba al dueño para hacerle denuncias, como si éste pudiese impedir el robo individual y cauteloso. Los ordenanzas y escribientes del conde se metían en los bolsillos todo lo que resultaba fácil de ocultar. Decían sonriendo que eran recuerdos.

Al saber estos daños y alborotos, mandó la reina á Córdoba por corregidor á Diego de Merlo para que apaciguase á aquellos señores y solicitase de D. Alonso la satisfaccion de sus agravios. Consiguió con su buen carácter y mejor maña que este le entregase á Montarque por prenda, hasta satisfacer al conde de Cabra, y luego empezó á castigar á los delincuentes.