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A él le era imposible vivir si Amparito se negaba a amarle; necesitaba, para no aborrecer la vida, que ella se decidiese a ser su musa, su inspiración. Y el lindo bebé, aunque por costumbre seguía riendo, sentíase muy satisfecha en su interior de ser musa de alguien, honor que jamás alcanzaría su hermana Concha.

Cuando al ofertorio estábamos, ninguna blanca en la concha caía que no era dél registrada: el un ojo tenía en la gente y el otro en mis manos. Bailábanle los ojos en el caxco como si fueran de azogue. Cuantas blancas ofrecían tenía por cuenta; y acabado el ofrecer, luego me quitaba la concheta y la ponía sobre el altar.

Son inmejorables para toda producción; los bosques, en su mayor parte de árboles de canela, abundan también en las clases de maderas más recomendables para lujo y construcción. Producen la mejor clase de almáciga y cera, quizás de toda la isla, y en sus playas, á más de exquisitos peces, se encuentra la tortuga de carey y alguna concha.

A los pocos días la misma Amalia, en un acceso de mal humor, dijo que aquel doble servicio no podía ser tolerado y que se la llevasen a la cocina a comer con los criados. Concha la sentó en un taburete, le puso un plato de barro y una cuchara de madera en la mano y le dijo: Come.

Cuando se hizo cargo de lo que pasaba, se entristeció profundamente, mostrose serio lo mismo con su hija que con D. Laureano, andaba cabizbajo y mudo por la casa; pero no se atrevió a adoptar una resolución enérgica. Tan sólo una vez dijo a Concha que no le parecía bien la confianza que había tomado con Romadonga.

Detrás venía la hija, hecha un sol, con su lindo vestido de seda chinesca, su mantilla de madroños, su alta peineta de concha y un montón de claveles junto a la peineta. Como el vestido era alto, Juanita no llevaba pañuelo y mostraba toda la gallardía y esbeltez de su talle.

Otra estátua de la Diosa Amphitrite ó Thetis con un delfin á los pies también en su nicho de siete cuartas y media de alto sobre una basa de la misma piedra lastimadas las piernas y le faltan los dedos de las manos. Un niño también en su nicho de cuatro cuartas y media de alto que tiene en la mano izquierda una paloma y en la derecha una concha todo de marmol.

Hable usted de lo de anoche, Misiá Zobeida dijo Concha interrumpiendo a la buena señora en sus alabanzas al mar y a la hermosura de la mañana, tópicos con cuyo desarrollo entretenía su timidez . Isidro es un buen amigo... de lo más servicial. Yo le conozco desde que me llevaban al colegio.

¡Tou! ¡Tou! ¡Tou!... ¡Ya somos hermanos! Un ángel y un demonio me están abriendo la sepultura, a la luz de un cirio. El ángel cava, el demonio cava... Uno a la cabecera, otro a los pies... El demonio con una guadaña, el ángel con una concha de oro. ¿No los ves, hermano Fuso Negro? El ángel cava, el demonio cava....Uno a la cabecera, otro a los pies....

Pero al terminar la lección, Concha consideró que a más del castigo correspondiente a cada falta, teniendo en cuenta lo mal que la niña lo había hecho, convenía terminar con un vapuleo general que las comprendiese todas. La alzó de la silla y, blandiendo la formidable ballena, exclamó: Ahora, para que estudies mejor y se te despierten los sentidos, ¡toma!