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Supongo que lo mismo les ocurre a todos los hombres y a todas las mujeres que llegan a cierta edad sin darse cuenta clara de que la felicidad completa no puede existir en la vida. En la vaga tristeza de las horas sombrías del crepúsculo, el hombre descontento busca un objeto definido y lo encuentra en la privación de un bien del que nunca ha gozado.

Pero esas mujeres de tan completa hermosura, carecen, en general, de esa vida en la mirada, ese fuego en la sonrisa, esa poética expresión reveladora del alma y del sentimiento, que constituyen la belleza.

Dotados de un carácter flexible y bastante novelero, si salen de su país intolerantes, extremosos y un tanto huraños, vuelven parisienses por los cuatro costados, olvidándose, por una metamorfosis completa, de la sencillez de sus costumbres primitivas.

Asunción, Presentación, Inés, las tres estaban allí, libres, sueltas, en posesión completa de sus gracias, donaires, iniciativa y travesura. Pero antes de deciros lo que hacían aquellos pajaritos aprisionados a quienes se permitía por un momento dar vueltas holgadamente por la jaula, voy a indicaros cómo era esta.

Hablo del puertecito de Saint-Georges, junto á Royan, en la desembocadura del Gironde. Allí habían transcurrido cinco meses de mi existencia en completa calma, sumido en la meditación, interrogando mi corazón, y buscando responder al asunto que traté en 1859, asunto tan delicado, tan grave.

Como si les inspirase vida real y verdadera, hace pasar delante de nuestros ojos la existencia completa de ciertas épocas, sus pasiones, deseos y relaciones distintas, y las clases variadas que constituyen á la nobleza y al pueblo.

Crucé la plaza en donde resonaban los primeros sones de la retreta militar. Luego el ruido de las cornetas se alejó y yo seguí la marcha desde lejos, por las calles más sinuosas, guiándome por el eco de ellas más claro o más confuso según la anchura del espacio en que se desplegaba el sonido a través del aire, en completa quietud aquella noche.

A veces lo sospechaba; pero su buena fe triunfaba al instante de esta sospecha. Lo que podía sostener sin miedo a equivocarse era que Fortunata tenía vivos deseos de mejorar su personalidad, es decir, de adecentarse y pulirse. Su ignorancia era, como puede suponerse, completa. Leía muy mal y a trompicones, y no sabía escribir.

«Aunque nadie me ha dicho una palabra prosiguió Rubín , todo lo que te ha pasado; lo he sabido por mi propia razón, y vengo a compadecerte y a hacerte un gran bien... Porque yo perdí la razón, bien lo sabes; pero luego la volví a adquirir. Dios me la quitó y me la volvió a dar tan completa, que en este momento estoy más cuerdo que y que toda la familia.

Después de haber andado unos cincuenta pasos, me detuve, y me volví; ella no podía verme, yo estaba en completa obscuridad; pero yo la veía, que permanecía allí, inmóvil, con los hombros y los brazos desnudos bajo la lluvia, mirando hacia el lado por donde yo había partido. Quizá soy un loco al pensar que... Tal vez era sólo un sentimiento de compasión.