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No, señor; se ríen de que han comido, y la parte física del hombre triunfa de la moral, de lo sublime; que no debiera estar tan alegre sólo por haber comido. Allí está la familia que trajo el coche... ¡Apartemos la vista y tapemos los oídos por no ver, por no oír!

Cuando Gallardo fue con su esposa y su madre a tomar posesión del cortijo, les enseñó el pajar en que había dormido con sus compañeros de miseria errante, la pieza en que había comido con el amo y la placita donde estoqueó un becerro, ganando por primera vez el derecho a viajar en tren sin tener que esconderse bajo los asientos.

Mi madre no vivia; pero la Providencia ha dado lágrimas al hombre para lavar con ellas sus pecados, sus olvidos, sus yerros; y lágrimas ardientes y fervorosas humedecieron el sepulcro de la que me dió el sér. ¡Gloria! ¡Sueño terrible! ¡Angel cruel, cuánto has comido de mi alma y de mi cuerpo! ¡Quién lo hubiera sabido! ¡Quién hubiera podido adivinarlo!

¿Qué carne humana vendría aquí, hijo, dijo la madre, cuando ni los pájaros llegan a estos lugares? Pero él siguió gritando: ¡Hu-u-u-u! a carne humana huele aquí! Su madre puso la mesa, y después que hubo comido, le dijo: 100 Tengo que pedirte un favor. ¿Quieres concedérmelo? Hable Vd. señora le dijo.

Los duraznos los comimos anoche intercedió Melchor, pero yo no me he comido el moño. ¡Ni yo! ¡Ni yo tampoco! Yo decir dijo Baldomero, que anoche cuando la puse aquí lo tenía. Se lo habrán comido los ratones dijo Ricardo. ¡Eso ha de ser! dijo irónicamente Baldomero, agregando: ¡Miren que no haber caído en la cuenta! A propósito, Baldomero, ¿quiere pedir la cuenta a Garona?

Al fin se cumplió mi deseo y supe lo que deseaba; porque un día que habíamos comido razonablemente y estaba algo contento, contóme su hacienda y díjome ser de Castilla la Vieja, y que había dejado su tierra no más de por no quitar el bonete a un caballero su vecino.

Y estando hablando con él a una ventana, hice que me llamaban de la calle, y dije: «¿A , señor? Ya bajo». Pedíle licencia, diciendo que luego volvía. Quedóme aguardando hasta hoy, que desaparecí por lo del pan comido y la compañía deshecha. Topóme otras muchas veces y disculpéme con él contándole mil embustes que no importan para el caso.

Porque las cañas y mis salidos huesos en toda la noche dejaron de rifar y encenderse; que con mis trabajos, males y hambre, pienso que en mi cuerpo no había libra de carne, y también como aquel día no había comido casi nada, rabiaba de hambre, la cual con el sueño no tenía amistad.

¿Y la duquesa sabe algo? No, no cómo decírselo... Quería preguntárselo a Honorina... ¡Ea! ¡Que se vaya al diablo Honorina! Es lo que yo digo. Llamaron al barón para el whist y respondió, sin levantarse, que estaba ocupado, rogando a un amigo que tomase su puesto. Quería acabar la confesión, pero el duque le interrumpió diciéndole con voz ronca: Tengo hambre. Aun no he comido hoy. ¿De veras?

Aplicose éste a la uña y a las habas como si hiciera un siglo que no había comido, y la tía Zarandaja, que estaba sentada de media anqueta a un extremo de la mesa, esperó en vano a que el rapista la hablase..