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Anda a caza del sobrino que se les escapó esta mañana, y todavía no ha aparecido. ¿Sabes lo que me dijo? Te lo cuento para que te rías. Dice que las Samaniegas están trinando contigo, y que la viejona aquella, doña Casta, no parará hasta no verte en el modelo. ¡Qué comedia! Ríete, que eso es envidia.

Caíale muy en gracia al Lugar el nombre de Satán en las coplas y el tratar luego de si cayó del cielo y tal. En fin, mi Comedia se hizo y pareció muy bien. No daba manos á trabajar, porque acudían á enamorados, unos por coplas de cejas y otros de ojos, cuál de manos y cuál romancicos para cabellos.

No, señor, no. Si es en el teatro, cincuenta pesos me dieron por una comedia que me costó dos años de trabajo, y que a la empresa le produjo diez mil pesos en menos tiempo; y creyeron hacerme mucho favor. Ya ve usted que salía por ocho centavos diarios. ¡Oh! y eso después de muchas intrigas para que la pasaran y la representaran. Desde entonces, ¿sabe usted lo que hago?

Trataba de ahogar los sollozos y no podía; don Pablo Aquiles la sorprendió así, y, aunque afligido, hizo la comedia de que se enfadaba, por lo flojas que son estas mujeres, que todo lo abultan y ennegrecen. Vaya, mujer, no te pongas así; con lloriqueos no vas a remediar lo que está hecho.

En nuestra literatura tenemos esta leyenda en Las Cantigas del Rey Don Alonso, y en Gonzalo Berceo; y algo semejante da asunto a Calderon para su famosa comedia El mágico prodigioso.

En Paris hay teatros para todos los géneros y públicos: teatro para la ópera francesa, teatro para la ópera italiana, teatro para la grande ópera, para vaudeville, para la tragedia, para los furibundos melodramas de horca y cuchillo, para la buena comedia, para todo.

En la comedia titulada Aun de noche alumbra el sol, se repite un tema muy popular en la escena española, á saber: el del conflicto que surge entre un Príncipe y un particular, que enamoran ambos á la misma dama, siendo muy de alabar en este poeta que el argumento de su drama, manejado tantas veces por otros escritores, gana considerablemente en mérito y belleza.

Pero ¡cuán inflexible y grosera nos parece su obra! ¿Qué se hizo de aquel aroma poético, ya tierno, ya apasionado con violencia, que respiramos con fruición y con ansia en la comedia española?

Pero aun admitiendo que el amante entre por la puerta principal, es siempre costumbre que en tal caso se aparezca el padre ó el hermano de la dama, viéndose el galán obligado á ocultarse en algún otro escondrijo, que siempre se tiene á mano, y así, la que sólo tenga una sala con una alcoba, puede ir á la comedia sin peligro.

Bastantes novelas en diálogos, imitando la de Fernando de Rojas, se escribieron después: algunas notabilísimas por la elegancia y gracia del lenguaje, por el ingenio y por el chiste, y dejando muy atrás a La Celestina en sus desenfadadas verduras. La Comedia Serafina, reimpresa también pocos años ha por los señores marqués de la Fuensanta del Valle y D. José Sancho Rayón, da testimonio de ello.