United States or San Marino ? Vote for the TOP Country of the Week !


¿Y cómo olvidaros, si creo que por haberos tratado en mi niñez se me han pegado vuestras picardías? Yo no soy pícaro, y si lo soy, soy pícaro á sueldo. Tanto monta, que nadie hace picardías al aire. ¿Pero dónde vivís? Paréceme de que me lleváis por las escaleras de las cocinas. Así es la verdad, hermano Quevedo; he visto cuanto podía ver, y á mi mechinal me vuelvo. Pues sígoos. En buen hora sea.

Como nuestros asuntos están ahora por las cocinas, sentí yo no qué terror, yo no qué cuidado, y mandé á Casilda que dejase subir al cocinero del rey. Venía pálido, desencajado, desgreñados los escasos cabellos, y la primera palabra que me dijo, fué: Desde hace veinticuatro horas, no me suceden más que desgracias.

Desnoyers vió en estos rectángulos llenos de tizones, sillas, camas, máquinas de coser, cocinas de hierro, todos los muebles del bienestar campesino, que se consumían ó retorcían. Creyó distinguir igualmente un brazo emergiendo de los escombros y que empezaba á arder como un cirio. No; no era posible... Un hedor de grasa caliente se unía á la respiración de hollín de maderas y cascotes.

Lo demás ya lo conoce usted, pues pertenece al radio en que nos movemos. La cubierta llamada de salón, porque en el lado de proa tiene el salón-comedor, y después de el los camarotes de lujo, y las cocinas de las gentes de primera, con la repostería, la panadería, las bodegas y frigoríficos para el servicio diario. Yo voy siempre después de media noche a echar una ojeada a la cocina.

Llegué por la tarde un poco antes de cerrar la noche. Era el mes de noviembre. Me apeé a cierta distancia de la verja, en pleno bosque. Atravesé el patio de entrada sin ser notado. Al extremo de las habitaciones de servicio a la derecha brillaba luz en las cocinas. Dos ventanas se destacaban luminosas sobre la fachada del castillo.

Cada cual treparía por un punto distinto del monte, y apenas divisase al animal daría tres fuertes voces de auxilio. A Ramiro apostole a pocos pasos de las cocinas, dándole un cuerno de caza y pidiéndole que no se moviera de aquel sitio. Algo después, cansado de esperar, Ramiro comenzó a internarse también entre los árboles.

Más allá, en un espacio ancho y alumbrado por enorme ventana con reja, las cuerdas de ropa puesta a secar nos obligaban a bajar la cabeza para seguir andando. En las paredes no faltaban muñecos pintados ni inscripciones indecorosas. No pocas puertas de las viviendas estaban abiertas, y por ellas veíamos cocinas con sus pucheros humeantes y los vasares orlados de cenefas de papel.

Flaco, desnudo, hambriento, acurrucado en la puerta de las cocinas, comiendo de la caridad de los que en otro tiempo habían sido sus oficiales, fué necesario que, informado el duque de Osuna de su miseria, le señalase una pensión decente, le diese aposento cómodo en uno de sus palacios de Madrid, y destinase una persona á su servicio que sólo tenía esta obligación, y la no muy pesada de cuidar de otro personaje de quien no hemos vuelto á ocuparnos desde el primer capítulo de este libro, de Cascabel, del pobre caballo viejo y cojo, sobre el cual había entrado el señor Juan Montiño en Madrid.

»He aquí mi mayor ambición de hoy; ambición que acaricio años ha, y que tus noticias y tu presencia han venido á provocar hasta el extremo de hacerme tomar una resolución invariable. Ahora bien: mientras olvido mis hábitos de mundo, mientras me aclimato á ese paraíso de tus valles, necesito tu compañía, un rincón en tu casa y un puesto en tu mesa; pero sin que en tu sistema de vida hagas la menor alteración, sin que mi presencia aumente un solo manjar á tus comidas. Con estas condiciones aceptaría tu hospitalidad. Para regalarme con el veneno de nuestras cocinas y con la vida muelle de estos gabinetes, me quedaría en la corte.

Pocos días después, al entrar por la mañana en el aposento de Francisco Montiño el hombre que le asistía, le encontró sentado sobre la cama, mirando con extrañeza cuanto le rodeaba. ¡Dónde estoy! dijo ; ¡y mi mujer! ¡dónde está mi mujer! ¡dónde está mi hija! ¡y tan tarde, y sin haber acudido á las cocinas! El asistente le creyó más loco que nunca.