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Buen testigo Que no puede el enemigo Hacer que el color me mude. Desmayo dulce me acaba, Siento aflojarse las fuerzas. JARIFA. ¡Esposo! ABIND. Si no me esfuerzas, Para espirar casi estaba. Cobre aliento el alma mía En tus brazos, dulce esposa.

no lo sabes, pero mientras nosotros batíamos el cobre en Rennes, las galeras francesas hicieron un desembarco en Chelsea y quemaron y mataron hasta cansarse y cuando volví á mi pueblo me encontré con que entre las víctimas de sus alabardas se contaban mi madre, mi hermana y sus dos hijos, dos chiquitines que apenas sabían hablar. ¡Rayos de Dios!

Muchas no comen para poder vestirse; pero algunas se las arreglan de otro modo... Yo historias, ¡ah!, yo he visto mundo... las tales se buscan la vida, se negocian el trapo como pueden, y luego hablan de otras, ¡como si ellas no fueran peores!... Total, que de lo que vendí no he cobrado más que la mitad: la otra mitad anda suelta por ahí, y no hay cristiano que la cobre. ¡Sopla-ollas, fantasmonas!

La preocupacion es aquella anticipada opinion, y creencia que uno tiene de ciertas cosas, sin haberlas exâminado, ni conocido bastantemente para juzgar de ellas. Por exemplo. Han dicho á un hombre codicioso y crédulo, que es facil hacer oro del cobre, ó del hierro.

Denme a que Quiteria quiera de buen corazón y de buena voluntad a Basilio, que yo le daré a él un saco de buena ventura: que el amor, según yo he oído decir, mira con unos antojos que hacen parecer oro al cobre, a la pobreza riqueza, y a las lagañas perlas.

Un día, fingiendo que para airearlos había sacado del cofre los trajes de teatro, le esperó vestida de odalisca zarzuelera, con perlas de vidrio entre las trenzas, collar de monedillas de cobre, y el cuerpo impúdicamente semioculto entre rasos deslucidos y gasas tazadas, pero al fin rasos y gasas como don Quintín no los había visto ni en sueños.

Por eso mismo hemos recogido estos apuntes anecdóticos esparcidos acá y allá en las biografías y en las revistas francesas, más curiosas de la vida al detalle de los grandes hombres que las revistas españolas. Los argonautas del vellocino de... cobre

1125 Vive ya desesperao quien no tiene qué esperar; a lo que no ha de durar ningún cariño se cobre; alegrías en un pobre son anuncios de pesar. 1126 Y este triste desengaño me durará mientras viva; aunque un consuelo reciba jamás he de alzar el vuelo: quien no nace para el cielo de balde es que mire arriba.

Nadie bajó a recogerlo; ningún balcón se abrió siquiera para dejar caer sobre él una moneda de cobre. Los transeúntes, como si viniesen perseguidos de cerca por la pulmonía, no osaban detenerse. Al fin ya no pudo cantar más: la voz expiraba en la garganta; las piernas se le doblaban; iba perdiendo la sensibilidad en las manos.

Instruído también en el grabado en cobre, ejecutó no pocos trabajos por este procedimiento, mereciendo citarse la portada del libro publicado en Sevilla en 1610 por Estupiñán y en el que se relatan las fiestas llevadas á cabo para la beatificación de san Ignacio.