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Madrid es uno de los pueblos más fríos de Europa, y lo es por una razón muy sencilla: la de que carece de aparatos de calefacción. En París, como en Berlín, y en Londres como San Petersburgo, ha habido una época en que el clima era sumamente frío; pero, poco a poco, ha ido transformándose artificialmente el clima natural de esas ciudades.

Indudablemente que 175 metros de diferencia en la altura, no bastan para determinar esta variación de clima; pero encontrándose el hecho brutal, indiscutible y patente, no hay más recurso que creer en algún error por parte del señor barón en la operación que le dio por resultado la cifra indicada.

Un clima agradabilísimo, completamente humanizado, y que sería voluptuoso á no estar saturado de un no qué que da lugar á la reflexión, aleja de la mente los ensueños y nos vuelve á la realidad.

El clima es tropical en toda la extensión de la costa, pero en el interior es fresco durante el año entero. Francisco Pizarro arribó a las costas del Perú en 1532. Según se dice, el grande imperio de los incas comprendía por aquel entonces más de la mitad del continente sudamericano.

El clima es mortífero para el europeo, que escapa difícilmente a las fiebres palúdicas formadas por las emanaciones continuas que un sol de fuego hace brotar de las aguas estancadas en todo el trayecto de Colón a Panamá.

En un clima intermedio que no es ni Norte, ni Mediodía, ni Bretaña, ni Vendée, he visto y vuelto á ver con alegría el precioso y grave abrigo de Pornic, sus excelentes marinos, sus agraciadas muchachas, encantadoras bajo sus gorras puntiagudas.

La naturaleza entera, con sus aguas y sus plantas, había seguido al heleno á su nueva patria. Más cerca de nosotros, en el Mediodía de Francia, pero también sobre esas vertientes del Mediterráneo que, por sus rocas blancas, su vegetación y su clima se parece más al Africa y á Siria que á la Europa templada, una fuente, la de Nimes, nos cuenta las bienandanzas del agua de los manantiales.

La isla inhospitalaria era amada, sin embargo, por la dulzura de su clima.

Claro es que no puede medirse exactamente la altura en que tal planta deja de crecer y tal otra empieza á mostrarse. Mil condiciones de terreno y de clima contribuyen continuamente á mover, ensanchar y estrechar los límites que separan el dominio natural de las diferentes especies.

Porque era de aquel clima ardiente de donde Kernok se había traído a su gentil compañero, que no era otro que Melia, hermosa joven de color. ¡Pobre Melia! por seguir a su amante había abandonado la Martinica y sus bananeros y su casa de celosías verdes.