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E vestirlo han setenta Almalekes apercuradores con él, y vernan con atabales de la Genna y presentes, y albriciarlo han. E cuando salirá el dia del juicio, salirá con su carta á su man derecha, y su cara como luna de catorce noches, y su claridad andará entre sus manosetc. Genna, Paraiso. Véase la nota precedente.

II del libro 12 refiere con alguna variedad este suceso; y así me ha parecido no confundirlo con lo de arriba, ya que no los podia conciliar, para que el que lo leyere pueda con claridad hacer juicio de lo que le pareciere más verdadero.

Su cabeza se había cubierto de canas y su rostro de arrugas. Cascada y temblona estaba su voz, sin brío sus brazos, flojas y vacilantes sus piernas. La luz hería y lastimaba sus ojos, sin dejarle ver con distinción, claridad y deleite las formas y los colores. Y aun esta amarga luz, que le ofendía más que le iluminaba, estaba amenazándole con abandonarle para siempre y sumirle en tinieblas.

Para mayor claridad, imaginémonos que el objeto B es una columna en medio de un gran salon, y que el punto A es un ángulo de la misma pieza. La columna será vista como estampada en un punto de la pared opuesta.

Es curioso el contraste del Ródano superior é inferior: el primero, vomitando sobre la cuenca del lago sus turbiones de lodo ceniciento; el segundo, saliendo del lago purificado y límpido, como si hubiese de simbolizar la pureza de las costumbres y claridad de las libres instituciones de Ginebra y Vaud.

Una claridad lívida inflamó el espacio, y el trueno estalló sobre el cortijo con un estrépito seco que conmovió los cimientos, despertando en los establos un eco de mugidos, relinchos y patadas.

Cuando salió a la claridad, con el cielo por techo, vio en lo alto de la escalinata de mármol, con una mano apoyada en el cancel dorado de la puerta de la casa, a su querida esposa que extendía el brazo derecho hacia la luna, con una flor entre los dedos. Eh, ¿qué tal, Quintanar? ¿Qué tal efecto de luna hago?... ¡Magnífico!

La máquina asombrosa del Universo estaba formada para sustentar sus títulos indiscutibles al dominio pleno de los Praducos, caserío situado a media legua de la villa, y al directo que poseía sobre el de las Meanas, con un canon anual de ciento quince ducados. Esta conciencia clarísima de su derecho engendraba, no obstante, por exceso de claridad, algunos conflictos.

Y se ponía a inspeccionar por los cristales si alguna embarcación cruzaba entonces hacia El Moral, hasta que, amedrentada por la obscuridad de fuera y ofuscada por la claridad de adentro, concluía por asustarse de tanta iluminación y empezaba a apagar las luces apresuradamente. Don Mariano llamaba a aquel gabinete ligero y aéreo la jaula de María.

Del monte volvió Buda, porque pensó, después de mucho pensar, que con vivir sin comer y beber no se hacia bien a los hombres, ni con dormir en el suelo, ni con andar descalzo, sino que estaba la salvación en conocer las cuatro verdades, que dicen que la vida es toda de dolor, y que el dolor viene de desear, y que para vivir sin dolor es necesario vivir sin deseo, y que el dulce nirvana, que es la hermosura como de luz que le da al alma el desinterés, no se logra viviendo, como loco o glotón, para los gustos de lo material, y para amontonar a fuerza de odio y humillaciones el mando y la fortuna, sino entendiendo que no se ha de vivir para la vanidad, ni se ha de querer lo de otros y guardar rencor, ni se ha de dudar de la armonía del mundo o ignorar nada de él o mortificarse con la ofensa y la envidia, ni se ha de reposar hasta que el alma sea como una luz de aurora, que llena de claridad y hermosura al mundo, y llore y padezca por todo lo triste que hay en él, y se vea como médico y padre de todos los que tienen razón de dolor: es como vivir en un azul que no se acaba, con un gusto tan puro que debe ser lo que se llama gloria, y con los brazos siempre abiertos.