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Eulalia, arrodillada ante su lecho, bañaba las manos del moribundo con sus lágrimas, y una lámpara, a punto de apagarse, arrojaba una tenue claridad sobre aquella escena de dolor.

«¿Son de cáscara fina? preguntó Miquis al comprar cuatro naranjas . Toma, cómete esta para que se te vaya refrescando la sangre. La fluidez de la sangre despeja el cerebro, da claridad a las ideas...

La claridad del día, reflejada por las paredes blancas, penetraba a lo largo de los pasadizos, callejones, túneles o como quiera llamárseles, se perdía y se desmayaba en ellos, hasta morir completamente a la vista de las rojizos abanicos del gas, que se agitaban temblando dentro de un ahumado círculo y bajo un doselete de latón.

Miguel ¡quién lo diria conociendo sus obras! era desgraciado: ya no lo es; ya su trabajo basta para sostener las cortas necesidades, la existencia preciosa de su madre, y el recuerdo del tiempo malo sólo puede ser para mi amigo el fondo negro, que no es triste, puesto que hace destacar la claridad del primer término.

Las auras, cargadas de sales marinas, vinieron frescas y vivas a besarla el rostro, pálidamente iluminado por la claridad difusa y temblorosa. ¡Qué hermosa descripción podría hacerse de mujer romántica, joven, bonita y abandonada!

Una mujer de veracidad probada, pero de imaginacion ardiente y viva, y ademas muy crédula en asuntos de carácter extraordinario y misterioso, refiere con el tono de la mayor certeza y con el lenguaje y ademan de una impresion reciente, que en la noche anterior ha oido en su casa un ruido espantoso; que habiéndose levantado ha visto el resplandor de algunas luces en partes del edificio en las que no habita nadie; y que repetidas veces han resonado con toda claridad voces desconocidas, ya cual gemidos de dolor, ya cual aullidos de desesperacion, ya cual aterradoras amenazas.

Carmen se sumergió en la mística contemplación de aquel día y le pareció que se le iba acercando con una amaneciente claridad, espesa y húmeda como vaho de lágrimas. Sintió un dolor lancinante en el corazón y otro en la cabeza, y pensó: ¿también yo tendré, como el padrino, rota una cosa en la frente y otra en el pecho?...

Allí estaba él con los mechones de sus cabellos, ya bastante canos, que salían por debajo de los bordes de su sombrero; mientras los ojos parduscos, acostumbrados á la luz velada de su estudio, pestañeaban como los de la niña de Ester ante la brillante claridad del sol.

Ulises repitió su comentario mental: «Decididamente está locaPero este pensamiento se reflejó en sus ojos con tal claridad, que ella lo adivinó. No tenga miedo, Ferragut dijo sonriendo . No pienso exigirle tal sacrificio. Todo esto que hablo son fantasías, inventos imaginativos para llenar el vacío de mi alma.

Caminó a la ventura largo rato por las calles en un estado de aturdimiento que le impedía razonar sobre lo que acababa de sucederle. Saliose al campo y dio un largo paseo. El cansancio físico produjo su acostumbrado efecto sedante y comenzó a ver con claridad su situación. Nada ganó con ello. Lo que le estaba pasando era gravísimo, una verdadera catástrofe.