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Cada uno a sus aficiones. Y el buen Homero describía, entre las risas de los compañeros, su entrada en la Biblioteca Nacional al día siguiente de la revolución, seguido de un piquete de ciudadanos. ¡A formar todo el personal! Los bibliotecarios, que le conocían por haber sostenido con él más de un altercado, esperaban su sentencia trémulos de miedo.

Antes de las representaciones, que exigían un personal demasiado numeroso, se celebraba una suntuosa procesión, y en ella, al ruído de los clarines, se pronunciaba el cri de jeu, ó exhortación general á todos los ciudadanos para que tomasen parte en el espectáculo.

Con la falta acostumbrada de carácter peculiar á esta malaventurada ave, parece, á juzgar por la fiereza que despliegan su pico y ojos y la general ferocidad de su actitud, que está dispuesta á castigar al inofensivo vecindario, previniendo especialmente á todos los ciudadanos que estimen en algo su seguridad personal, que no perjudiquen la propiedad que proteje con sus alas.

Don Joselito, que había protestado con toda su elocuencia tribunicia, estaba en la cárcel junto con otros amigos. El banderillero, que deseaba compartir su martirio, se había visto obligado a abandonarlos para vestir el traje de luces e ir en busca de su maestro. ¿Y este atropello a los ciudadanos iba a quedar impune? ¿Y el pueblo no se levantaría?

El Gobierno de San Juan tiene conocimiento de los esfuerzos que la familia de Carril hace para mandar el rescate a aquel Duguesclin que no ha hallado oro bastante para apreciarse a mismo, y se aprovecha del descubrimiento. Gobierno de ciudadanos, aunque federal, no se atrevía a fusilar ciudadanos y se siente impotente para arrancar dinero a los unitarios.

Los ciudadanos eran muchos y armados, los Alanos tambien, y los graneros con abundancia de trigo, armas, dineros y otros pertrechos militares; finalmente recibiendo y juramento entre de valerse unos á otros, pasaron á cuchillo parte de los Catalanes que estaban dentro, parte prendieron, y los pusieron en cárceles muy seguras.

Allí se juzgaba a los hombres y los sucesos del día, pero sin apasionamiento; se condenaba, sin ofenderle, a todo innovador, al que había hecho algo que saliese de lo ordinario. Se elogiaba, sin gran entusiasmo, a los ciudadanos que sabían ser comedidos, corteses e incapaces de exagerar cosa alguna. Antes mentir que exagerar.

Rosas, empero, resistía blandamente, mañosamente. «No es para hacer uso de ellas decía , sino porque, como dice mi secretario García Zúñiga, es preciso, como el maestro de escuela, estar con el chicote en la mano para que respeten la autoridadLa comparación ésta le había parecido irreprochable y la repetía sin cesar. Los ciudadanos, niños; el gobernador, el hombre, el maestro.

Tan sin cuidado les tenía, que sólo por rara casualidad, cuando estaban juntos, hablaban de los episodios de la lucha. Lo único que conseguía turbarles eran los telegramas noticiando el alza y baja de los fondos públicos, donde tenían invertido su capital. Por lo demás, eran ciudadanos modelo: no ofendían a nadie; comían lo que era suyo y habían trabajado con sus manos.

En el seno de esas poblaciones laboriosas el sacerdote es un hermano, un verdadero pastor, porque no domina ni explota las conciencias, tiene instruccion sólida, vive modestamente, sin aspiraciones políticas, ni á ser canónigo ni obispo, es padre de familia, y como tal sus intereses están en perfecta armonía con los de los ciudadanos.