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En el sitio pintoresco de la Ribona empieza un panorama de verdura incomparable que, continuándose en los caseríos ó parajes de Doña-Juana, Sandoval, Margarita y San-Fernando, termina en la ciudad de Mompos y sus cercanías. El encanto de aquellos paisajes, de aquella vegetacion, de aquellos cuadros naturales y de costumbres, es imponderable.

Un momento después, sentados sobre un tapiz, hablaban tranquilamente. El morisco, en castizo castellano, informose de los principales señores de la ciudad, de sus genealogías, de sus parentescos. Entretanto, Aixa escuchaba la conversación palpitando de júbilo, y su mirada pasaba de uno a otro semblante como si comparase las facciones. El sol iba a ocultarse.

25 Y David dijo al mensajero: Dirás así a Joab: No tengas pesar de esto, que de igual y semejante manera suele consumir el cuchillo; esfuerza la batalla contra la ciudad, hasta que la derribes. Y aliéntale. 26 Y oyendo la mujer de Urías que su marido Urías era muerto, hizo luto por su marido.

Teresa Cortés, viuda de Onofre Aguiló de Pedro, botiguero de oficio; natural y vecina de esta Ciudad de edad de cincuenta y cinco años, reconciliada y presa segunda vez por judaizante relapsa: leyósele su sentencia con méritos y fue relajada al brazo seglar, con confiscación de bienes por hereje, apóstata, judaizante relapsa, convicta, impenitente negativa.

Quien vido la ciudad alborotada, Metida en pareceres diferentes, Al Audiencia la causa fué llevada, Para cortar el hilo á inconvenientes. El Audiencia Real, bien informada, Y letrados famosos y sapientes, Rescindieron los autos actuados, Y así presto ya han sido congregados.

Con qué mas honra pueden apartarse De nuestros cuerpos estas almas nuestras Que en las Romanas armas arrojarse Y en su daño mover las fuertes diestras? En la ciudad podrá muy bien quedarse Quien gusta de cobarde dar las muestras, Que yo mi gusto pongo en quedar muerto En el cerrado foso ó campo abierto.

Ante todo, es indispensable que tengamos un Rey en Estrelsau, o, de lo contrario, Miguel será dueño de la ciudad en veinticuatro horas. Y entonces ¿qué valdría la vida del Rey? ¿dónde estaría su trono? ¡Joven, tiene usted que aceptar! ¿Y si matan al Rey? Lo matarán si es que no lo mata usted. ¿Y si lo han asesinado ya?

En la Ilíada no se cuenta toda la guerra de treinta años de Grecia contra Ilión, que era como le decían entonces a Troya; sino lo que pasó en la guerra cuando los griegos estaban todavía en la llanura asaltando a la ciudad amurallada, y se pelearon por celos los dos griegos famosos, Agamenón y Aquiles.

De estas cosas se reía Salvador, y para captarse su voluntad y amansar un poco su arisco genio, hasta ideó afectar simpatías por el Infante y la apostólica insurrección. Una mañana le llevó la noticia que circulaba por la ciudad, dando motivo a infinitos comentarios. Zumalacárregui se había pasado al campo carlista.

Les está prohibida la residencia en París, porque la vigilancia sería muy difícil. Se les señala una residencia en provincias, en una ciudad pequeña, y la policía local no los pierde de vista. ¿Y si viniesen a París sin permiso? Entonces habrían infringido la orden y les haríamos deportar de nuevo, en virtud de un decreto de 8 de diciembre de 1851.