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Pero el barbero español no se parece á ningun otro barbero en ciertas cualidades. El viejo Fígaro no existe: es un tipo que las revoluciones han suprimido. Su sucesor en Madrid no tiene los recursos de intriga, ni las mil hábilidades, ni la literatura del héroe de Beaumarchais.

Era una fiebre nerviosa; una crisis terrible, había dicho el médico; la enfermedad había coincidido con ciertas transformaciones propias de la edad; propias , pero delante de señoritas no debían explicarse con la claridad y los pormenores que empleaba el doctor.

Porque... tengo ciertas inquietudes.... quiero hablar con Juan... Dígame a ... Sería inútil; Juan será claro; quiero hablar con Juan. ¿Con Juan? protestó la joven alarmada. ¡No, padre, se lo ruego, no le hable de Huberto a Juan! ¡Para qué!... ¡Qué puede él saber!... Es hombre de buen consejo y necesito saber cosas que él solo... ¿Son las ocho? Anda, ve si ha llegado.

En este caso el entendimiento sabe lo que hace, porque su obra le está presente; cuando combina sabe lo que combina, cuando compara y deduce, sabe lo que deduce y compara, cuando estriba en ciertas suposiciones que él mismo ha establecido, sabe en qué consisten, pues se apoya en ellas.

En una bella noche muy serena, Habiendo el sueño dado ya sus puertas A los que nuestra cama era el arena, Estando centinelas muy alertas, Con grande dulcedumbre una Sirena Comenzó de cantar; y cierto, ciertas Y humanas parecian sus canciones, Bastantes á mover mil corazones.

Pereza del espíritu. Como el ejercicio de las facultades intelectuales y morales necesita la concomitancia de ciertas funciones orgánicas, la pereza tiene lugar en los actos del espíritu como en los del cuerpo. No es el espíritu quien se cansa, sino los órganos corporales que le sirven; pero el resultado viene á ser el mismo.

Además, para ahorrar a Vd. trabajo material, que es lo único que yo puedo hacer, bueno será que, con los papeles en la mano, le indique el origen de ciertas cosas, para que Vd. no se mortifique. Dicho esto, esperó impaciente la respuesta. Vaya, vaya... Pues mañana por la mañana, a la hora que solía Vd. ir antes, le espero en casa. Tiene Vd. razón, no hace falta que se sepa...

Me ha pescado usted en uno de esos momentos en que el hombre no es dueño de .... Dicen que no se debe pegar nunca a las mujeres.... Francamente, don Julián, según ellas sean.... ¡Hay mujeres de mujeres, caramba..., y ciertas cosas acabarían con la paciencia del santo Job que resucitase! Lo que siento es el golpe que le tocó al chiquillo.

Recordaba con pavor ciertas historias de la huerta oídas en la fábrica: el miedo de las jóvenes á Pimentó y otros jaques de los que se reunían en casa de Copa: desalmados que, aprovechándose de la obscuridad, empujaban á las muchachas solas al fondo de las regaderas en seco ó las hacían caer detrás de los pajares.

A estas horas, el estudiante, no creyendo su buen suceso, y deshollinando con el vestido y los ojos el zaquizamí, admiraba la región donde había arribado por las extranjeras extravagancias de que estaba adornada la tal espelunca, cuyo avariento farol era un candil de garabato que descubría sobre una mesa antigua de cadena papeles infinitos, mal compuestos y desordenados, escritos de caracteres matemáticos, unas efemérides abiertas, dos esferas y algunos compases y cuadrantes, ciertas señales de que vivía en el cuarto de más abajo algún astrólogo, dueño de aquella confusa oficina y embustera ciencia; y llegándose don Cleofás curiosamente como quien profesaba letras y era algo inclinado a aquella profesión , a revolver los trastos astrológicos, oyó un suspiro entre ellos mismos, que pareciéndole imaginación o ilusión de la noche, pasó adelante con la intención, papeleando los memoriales de Euclides y embelecos de Copérnico; escuchando segunda vez repetir el suspiro, entonces, pareciéndole que no era engaño de la fantasía sino verdad que se había venido por los oídos, dijo con desgarro y ademán de estudiante valiente: " ¿Quién diablos suspira aquí?"