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Mire usted dijo el tercero, en mi familia nadie ha estudiado, porque las gentes de la sangre azul no han de ser médicos ni abogados, ni han de trabajar como la canalla... Si me quiere usted decir que don Fulano se granjeó un grande empleo por su ciencia y su saber, ¡buen provecho! ¿quién será él cuando ha estudiado? Yo no quiero degradarme.

Creados por una época positivista, y adecuados a la ciencia náutico-militar de estos tiempos, que mediante el vapor ha anulado las maniobras, fiando el éxito del combate al poder y empuje de los navíos, los barcos de hoy son simples máquinas de guerra, mientras los de aquel tiempo eran el guerrero mismo, armado de todas armas de ataque y defensa, pero confiando principalmente en su destreza y valor.

Aparte de lo que llevo rápidamente indicado, Londres tiene muchos, muchísimos objetos dignos de estudio atento, porque son del mayor interés para la ciencia, la industria, el comercio y la vida social.

Llamó al médico, y al verle entrar en su cuarto túvole por precursor y heraldo de la muerte. Nada sacó en limpio. ¿Era dispepsia, gastralgia, pirosis? ¡Oh, inútil ciencia! ¡Oh, vanidad moderna! Una buena Celestina le hubiese valido más que el mismo Hipócrates.

Murió su padre y se confesó con remordimiento que no lo sentía. Respiró con ansia y delicia el aire de la libertad. Hubo un momento en que la vida le pareció menos horrible; el mundo tuvo para él una dulce sonrisa. Fue cuando, el bolsillo bien repleto, se marchó a Madrid. Primero la ciencia le ofreció un consuelo y un entretenimiento.

Porque yo, de cerca de treinta años, me he abandonado, me he confiado con gusto, lo declaro francamente, en la amistad honrada de un siervo de Dios, probado en mil fatigas, quebrantado por ellas, lleno de ciencia y de virtud, no se concibe esta amistad, no se explica este trato, sino por motivos viles e impuros.

No era preciso emprender un largo viaje para admirar el Vesubio. ¿Qué volcán más hermoso que aquél? Los hombres, al amparo de la ciencia, hacían poesía sin saberlo; la poesía viril, la de las fuerzas de la naturaleza. Y así seguía el doctor, desbordando su admiración en entusiásticas palabras ante el mugidor ramillete de fuego.

Ya lograréis que os lo ceda. ¡Lo compraremos, si es preciso! ¡No soñéis siquiera en eso! Un médico no vende nunca a sus enfermos. Los mata algunas veces, en interés de la ciencia, para ver qué tienen dentro; pero traficar con ellos... ¡jamás!

En esta obra, la BOTÁNICA está tratada desde el punto de vista del estudio objetivo, que tanto facilita á los jóvenes el conocimiento de dicha ciencia.

Renuncia, sin comprender nada a ciencia cierta, a la vida del amor que sin embargo seguirá murmurando en su corazón; y va viniendo así el olvido sobre su mundo interior apasionado. Ya el amor llega a tomar para ella una forma solamente ideal, cosa de la fantasía, romanticismo, sueño de poetas.