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Llamó, pues, un día á doce de los más fervorosos cristianos, y de igual ánimo en los peligros, y con gran copia de razones les exhortó á que quisiesen ser sus compañeros en aquella empresa, diciéndoles que en el cielo les daría Dios el galardón de lo que por su amor padeciesen; que debían procurar el bien de los otros y moverse á compasión de tantas almas oprimidas de la tiranía del demonio, de quien ellos, por la misericordia divina, habían sacudido el yugo; que no se espantasen de los trabajos y riesgos que se les ofrecían porque corría por cuenta del cielo el librarlos de ellos; fuera de que él sería el primero en exponerse á los peligros y ellos en su seguimiento vendrían pisando sus huellas; él tantearía primero los vados de los ríos, se arrojaría por los pantanos, echaría mano del hacha, y si osasen acometerlos los bárbaros, él se ofrecería á servirles de escudo.

Y por ventura, en premio de esta generosa constancia, se le encendió el corazón en vivos deseos de entrar en la Compañía, que amaba tiernísimamente; mas atendida su mucha edad, era necesaria la licencia de nuestro Padre General, la que no se podía tan presto alcanzar; por lo cual, para consolar en parte sus plegarias y sus lágrimas, el P. Vice Provincial Luis de la Roca, cuando visitó aquellas Misiones, le admitió por Donado hasta que viniese de Roma la licencia de recibirle por hermano Coadjutor de la Compañía; pero el cielo le firmó más presto esta licencia, y la Compañía triunfante le contó en el número de aquellos campeones que bordaron la librea de Cristo con su propia sangre, antes que acá en la tierra le contase la militante en el número de aquéllos, que con los ministerios humildes de su estado la ayudan á la conversión de las almas.

También Ana miró al cielo muy de mañana, y sin poder remediarlo pensó ¡si lloviera! Lo deseaba y le remordía la conciencia de este deseo.

El ventero, que por fuerza había de favorecer a los de su oficio, acudió luego a dalle favor. La ventera, que vio de nuevo a su marido en pendencias, de nuevo alzó la voz, cuyo tenor le llevaron luego Maritornes y su hija, pidiendo favor al cielo y a los que allí estaban.

17 Y si no oyere a ellos, dilo a la Iglesia; y si no oyere a la Iglesia, tenle por un mundano y un publicano. 18 De cierto os digo que todo lo que ligareis en la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo.

El monte entero, las montañas vecinas y lejanas, las llanuras de su base y la tierra en su conjunto, todo ello es metal en estado impuro; si los elementos mezclados y fundidos de la masa del globo recobrasen súbitamente su pureza, la tierra se presentaría ante los ojos de los habitantes de Marte ó de Venus que nos dirigieran sus telescopios, bajo la apariencia de una bala de plata rodando por las negruras del cielo.

De este cielo bajaba un bulto grande á manera de nube, que venia á caer encima del aparador del Rey.

Tu nombre luminoso y simbólico surge en el cielo de mis noches como un incomparable guía, y por claridad inefable llevo el incienso y la mirra a la cuna de la eterna Esperanza. La influencia de Poe en el arte universal ha sido suficientemente honda y transcendente para que su nombre y su obra no sean a la continua recordados.

¡Oh, la mística paloma de las pálidas canciones! A través de nausebundas humaredas, por encima de campiñas que atraviesan las veredas, entre el ronco estremecer de los cañones, entre el trueno de las turbas que fatídicas vocean por encima de sepulcros y de alfombras funerarias, suspirando sus plegarias, va esfumándose su vuelo, y se aleja con sus alas de los mundos que pelean y se acerca con sus ansias a las cúpulas del cielo.

Al volver hacia casa todas juntas, veían cómo en el cielo comenzaban a brillar las estrellas y escuchaban a los sapos, que lanzaban su misteriosa nota de flauta en el silencio del crepúsculo...