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Llegamos a la tienda de «La Legalidad». ¿Entras? me dijo. ¿Quieres un refresco? No; voy a tomar chocolate con las tías, y luego a casa de don Carlos. ¿A qué hora saldrás de allá? Después de los fuegos, o, si puedo, antes. Te aguardaré en la esquina de la parroquia. Pasa por a la casa del señor Fernández. No.... ¿Por qué no?

Tomaron apresuradamente chocolate, y después de haber besado a Josefa con efusión, la presunta monja salvó la puerta y se deslizó rápidamente por la calle abajo. Diez minutos después salió el P. Gil. La noche estaba oscura y húmeda. Había llovido bastante. La calle, llena de charcos; la carretera, de lodo.

Ulises se imaginó una gran señora, hermosa como doña Constanza. Cuando menos, debía ser marquesa. Su padrino bien merecía esto. Y se imaginó igualmente que sus encuentros debían ser por la mañana, en uno de los huertos de fresas inmediatos á la ciudad, adonde le llevaban sus padres á tomar chocolate después de oír la primera misa en los amaneceres dominicales de Abril y Mayo.

¡Conque arsénico...! dijo Fortunata tomándolo a broma, con esperanza de obtener así mejor efecto . Para que veas que eres un simple y un majadero, voy a tomarme yo el chocolate. Y en el acto empezó a tomarlo. Su marido la miraba atónito.

Me dieron tentaciones de bajarme y besar el suelo porque ella, sin duda, lo había pisado. Todo me parecía en aquel lugar digno de respeto y aun admiración; hasta un cromo bastante malito que representaba a Jesús abriéndose el pecho con las manos y mostrando un corazón de color de chocolate con la cruz encima y ardiendo en llamas de huevo con tomate.

A casa de D. Juan Estrada-Rosa iba a las tres, a la hora del café; con la condesa de Onís tomaba chocolate todas las tardes; por la noche era tertulio asiduo de la señora de Quiñones. Había otras familias que visitaba también con mucha frecuencia.

Aquella dichosa Mancha era un narcótico. Por fin bajaron en Alcázar de San Juan, a media noche, muertos de frío. Allí esperaron el tren de Andalucía, tomaron chocolate, y vuelta a rodar por otra zona manchega, la más ilustre de todas, la Argamasillesca.

Hijo de mi alma le contestó doña Lupe poniendo el chocolate sobre la mesa , después hablaremos de eso... Yo te explicaré lo que hay, y te convencerás de que todo es una figuración tuya. Toma primero el chocolate, que estás muy débil... El joven se dejó caer en el sofá, inclinándose hacia la mesa próxima, en que el desayuno estaba, y tomando un bizcocho lo mojó en el líquido espeso.

He hecho el chocolate para todos, me he peinado y he peinado a mamá, te he compuesto un descosido en un manteo que había en tu cuarto; ¡Jesús, qué paño tan duro! he barrido el comedor y he bajado por la compra... Es decir, que aquí todo, absolutamente todo, es antes que Dios. De pronto, tomando un periódico que había encima de una silla, leyó el título: La Libertad Española.

El coche de Peralvillo no podía tardar, y era preciso sustentarse de chocolate y bollos para el largo y molesto viaje.