United States or Heard Island and McDonald Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ha ido esta tarde dos veces a Palacio, una vez a casa del Arcipreste, otra a casa de Carraspique, otra a casa de Páez, otra a casa del Chato, dos a la Catedral, dos a la Santa Obra, una vez a las Paulinas, otra... ¡qué yo! Está muerta la pobre. ¿Y a qué ha ido? contestó De Pas al segundo trueno. Pausa solemne.

¡Romo! ¡Romo! ¡Romo!, chato, nariz de rabadilla de pato cantó María con su magnífica voz. ¿Es posible, Mariquita le dijo Stein , que hagas caso de lo que dice Momo sólo por molerte? Son sus bromas tontas y groseras, pero sin malicia.

Pero aquel la, esa especificación concreta de un individuo de la especie, me hizo incorporar en el lecho y mirar por la puerta entreabierta. Ruperta se dirigió a un rincón, que estaba al alcance de mi mirada, y descolgó de un clavo un aparato chato, que un ligero examen posterior reveló ser una, o mejor dicho, la alpargata.

Pero vuelve allí los ojos, verás cómo se va desnudando aquel hidalgo que ha rondado toda la noche, tan caballero del milagro en las tripas como en las demás facciones, pues quitándose una cabellera, queda calvo; y las narices de carátula, chato; y unos bigotes postizos, lampiño; y un brazo de palo, estropeado; que pudiera irse más camino de la sepoltura que de la cama.

Tenía varios espías, verdaderos esbirros de sotana. El más activo, perspicaz y disimulado, era el segundo organista de la Catedral, que ya había sido delator en el seminario. Entonces iba al paraíso del teatro a sorprender a los aprendices de cura aficionados a Talía o quien fuese. Era un presbítero joven, chato, favorito de la madre del Provisor doña Paula. Se apellidaba Campillo.

¿Qué hacer?... yo no ... ¿quién dice?... ¿quién declara?... ¡Oh! ¡no! ¡sentenciarnos á ser tenidos por cómplices, á morir deshonrados!... ¡hemos hecho cuanto podíamos hacer... y acaso... acaso nos hayamos engañado!... pero no... no... el Chato no ha comido... ¡Dios mío!...

Pilotos de los mares de Europa avanzaban a ciegas por el Atlántico, siguiendo inciertos derroteros en los portulanos recién dibujados. Cuando se consideraban todavía lejos del punto de llegada, surgía de pronto la costa ante el morro chato del galeón.

Usted debe pensar, no hay duda, que todo esto es muy extraño; pero, hablándole con sinceridad, señor Greenwood, le diré que me ocupo activamente en una investigación muy curiosa, cuyo feliz resultado me hará algún día poseedor de una fortuna que ni en mis sueños más extravagantes me forjé jamás. ¡Vea! exclamó de pronto, con una mirada de extraña fiereza en sus grandes ojos obscuros, al desabotonarse rápidamente su saco azul y sacar de debajo de él un pedazo cuadrado y chato de gamuza muy usada y manchada, dentro de la cual parecía que se encerraba algún precioso documento u otro objeto de valor. ¡Mire!

Usaba un sombrero chato, de copa muy baja y con las alas planas, el cual pertenecía a una época que se había borrado ya de la memoria de los sombreros, y una capa de paño verde, que no se le caía de los hombros sino en lo que va de Julio a Septiembre. Tenía muy poco pelo, casi se puede decir ninguno; pero no usaba peluca.

Muchos vecinos ya esperaban con curiosidad maliciosa la hora del alboroto y salían a los balcones a presenciar la escena. Pero doña Paula tenía además que seguir los pasos a su hijo. El Chato había visto a la Regenta y al Magistral entrar juntos al anochecer en casa de doña Petronila. Y ya lo sabía doña Paula.