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Debe de estar, como la mayor parte de los hombres, por de fuera, encuadernado con un lujo asiático, y por dentro en blanco: su carpeta, que será más elegante si puede cerrarse a guisa de cartera, debe ser de la materia más rica que se encuentre, adornada con relieves del mayor gusto, y la cifra o las armas del dueño: lo más caro, lo más inglés, eso es lo mejor: razón por la cual sería muy difícil lograr en España uno capaz de competir con los extranjeros.

Contestó que, sintiéndose fatigada, iba a meterse en cama. En efecto, una gran pesadez la invadía; habría querido dormir, no pensar más; pero su sobreexcitación demasiado grande ahuyentaba el sueño bienhechor. Sus ojos, al cerrarse en las tinieblas, aprisionaban la imagen de Juan entre sus párpados.

»Mas, ¿para qué sirven los otros animales? Somos un mundo completo, armónico, y que es suficiente. El círculo de la Creación podría cerrarse con nosotros. Escogiónos Dios para coronar su isla; sobre su antiguo volcán de fuego ha creado un volcán de vida, mejor todavía, el descogimiento de ese paraíso viviente. Ha obtenido lo que se propuso y ahora descansaTodavía no, todavía no.

Dice el tío Isidoro intervino Clara que si esto sigue así van a tener que cerrarse los comercios y se concluirá la industria. ¡Y también se cerrarán las iglesias! recalcó Lola con más calor aún . ¡Malditos revoltosos! ¡A silbar, a silbar debió ir todo el mundo! ¡Psss! ¡Por Dios! suplicó Josefina . Estamos llamando la atención.... Luego dirán que nos metemos en política. Pues yo me meto... ¿y qué?

Eran pastores de cabras el rebaño del pobre que realizaban el milagro de poder subsistir, ellos y sus animales, sobre una tierra estéril. Más adelante ya no encontró ninguna vivienda humana. La soledad absoluta, el silencio de las tierras muertas, la profundidad misteriosa de la carencia de toda vida, se abrieron ante sus pasos para cerrarse inmediatamente, absorbiéndolo.

Tras ellos, el postigo vuelve a cerrarse. ¡Bien mala cosa es la vejez! ¡Un hueso que nadie lo quiere roer, si no es la muerte! ¿Adonde iremos, señora Micaela?

Me va interesando ya... como puede interesarme una mujer que no es la duquesa de Gandía. Abrióse en aquel momento la puerta de una casa, y entró la silla de manos. Se detuvo, y los hombres que la conducían se alejaron, y volvió á cerrarse la puerta. El duque abrió entonces la portezuela, salió, hizo luz con la linterna, y dió la mano á Esperanza.

A veces, sin embargo, cuando los dedos del pianista herían suavemente las teclas en algún pasaje, se oía el ruido áspero de los abanicos al abrirse y cerrarse y sobre el murmullo tenue y confuso de los imprudentes que charlaban se percibía súbito una palabra o una frase entera que hacía volver con disgusto la cabeza de los que formaban detrás del piano.

El ruido se oia en efecto: pero era el de los golpes de un leñador que resonaban en el fondo de un bosque distante; era el de cerrarse alguna puerta, cuyo estrépito retumbaba por el edificio y sus cercanias, era el de otra cosa cualquiera que producia un sonido semejante al del estampido de un cañon lejano. ¿Estaba yo bien seguro de que no se hallaba á mis inmediaciones la causa del ruido que me producia la ilusion? ¿Estaba bastante ejercitado para discernir la verdad, atendida la distancia en que debia hacerse el fuego, la direccion del lugar, y el viento que á la sazon reinaba?

El capitán Juan Montiño contestó don Juan. Rechinaron los cerrojos del postigo, que se abrió á medias. Entrad dijo la mujer. Y cuando don Juan hubo entrado, el postigo volvió á cerrarse. Esperad dijo Quevedo conteniendo con la mano el postigo ; aún queda uno, digo, si no es que yo sobro, que me alegraría. ¿Sois don Francisco de Quevedo y Villegas? Créolo así.