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Todas estas circunstancias agitaban el corazon de Orellana, pero al propio tiempo le afirmaban en su determinacion, deseoso de evitar tan lamentables y extraordinarios males. Lleno, pues, de estos pensamientos, y de amor y celo por los intereses de S.M., no dudó un instante sacrificarse en su servicio.

Proporcióneme maestros, y verá si me falta celo; verá si aprovecho sus lecciones... trabajaré tanto de día como de noche. ¿También de noche? Más vale emplearla en estudiar que en no dormir. ¡Dios mío! ¿Y por qué no duerme usted? ¿Por qué? dijo Judit ruborizándose; porque hay una idea que me atormenta constantemente. ¿Qué idea es esa?

Estos salvages, de un carácter independiente y altanero, han conservado su entera libertad, prefiriendo verse diezmados todos los dias desde mas de un siglo, ántes que someterse al celo religioso de los Jesuitas ó al yugo de los Españoles. Hoy en dia son aun lo que eran en tiempo del descubrimiento, y deben la conservacion de su independencia á la estrecha union que parece reinar entre ellos.

Malvado llamo á Lazcano yo en mi verso Por ser causa primera de un gran daño, Que nunca se perdiera el universo, Por Mendoza mandar siquiera un año: Que si buen celo tuvo al fin fué adverso A Mendoza causando un mal tamaño, Y al Abrego de muerte, y gran fatiga A todos cuantos eran de la liga.

Aquí había concluído, lector amigo, mi mal limada relación y pensaba alzar la pluma de mi trabajo, cuando se me advirtió y lo juzgo así, que no es justo que el mundo ignore del todo la gran felicidad de este Nobilísimo Reino en producir, para su gloria y su bien, eminentes Sujetos en virtud, letras y celo de la Fe, capaces de ilustrar muchos Reinos.

Respecto a que Tirso diese margen a disgustos de otra índole, por proponerse la conversión de la familia o emprender campaña para despertar su fervor religioso, nada receló: antes era de temer, según el carácter que el cura demostraba, algún rasgo de intolerancia, exceso de celo o frase áspera que turbara la tranquilidad del hogar, porque la falsa circunspección que Tirso observaba oyendo comentar noticias de la guerra se parecía mucho al disimulo.

Ninguno de nosotros tiene la presunción de competir con él en celo ni en sabiduría manifestó D. Joaquín, viniendo en socorro de su amigo, con una risita venenosa que haría saltar una piedra. En sabiduría puede que tenga usted razón, D. Joaquín replicó vivamente Obdulia; pero en celo, me parece que está usted en un error.

Está mala..., un síncope..., jaqueca fuerte... dijo Minghetti . Vamos corriendo a buscar a D. Basilio; le llama a gritos. Sube, hombre; corre; te llama a ti también; nunca la vi así... Esto es grave.... Sube, sube.... Y se lanzaron a la calle los dos emisarios, rivalizando en premura y celo.

14 Entonces él dijo: Prendedlos vivos. Y después que los tomaron vivos, los degollaron junto al pozo de la casa de esquileo, cuarenta y dos varones, sin dejar ninguno de ellos. Y Jonadab dijo: Lo es. Y él le dio su mano y lo hizo subir consigo en el carro. 16 Y le dijo: Ven conmigo, y verás mi celo por el SE

¡Esto no es posible, me hace una comedia! se decía ante los ojos risueños que la miraban; no se recibe de esa manera la noticia de la mala conducta de un novio. En otro rincón del salón, la señora Gardanne, de muy buena fe, ponía un celo no menos caritativo en instruir a su cuñada del encuentro que había hecho Bertrán en las carreras de Ascot.