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Al ruido de las espadas y al oprobio, cuya consecuencia ha de ser la muerte entre esos nobles españoles de Calderón, crece ese amor celestial de la mujer, que sólo teme la pérdida de su amante, moviendo al fin la misericordia de un Dios compasivo y bondadoso

Cediendo tu fiereza en mi seno estreché con embeleso tu celestial cabeza... ¡Y el último fulgor de tu pureza partió con el rumor del primer beso...! Ya se ha borrado la estela que bordaba aquella nave, que al impulso de su vela, sobre los abismos rueda ráuda y gentil como el ave.

Una vaga idea de que esto era la felicidad de Arcadia, se infundió a todos. Esta especie de cosa decía el Chokney Simons, gravemente apoyado en su codo es celestial. Le recordaba a Greenwich. En los calurosos días de verano, generalmente llevaban a La Suerte al valle, donde Campo Rodrigo explotaba el metal precioso.

Fue, pues, poeta subjetivo, si se atiende a que, por declaración propia, no hay una sola de sus fábulas que no forme parte de su autobiografía; y objetivo, por que él mismo se ponía como objeto de su observación, y, con otro independiente, creaba la obra, juzgaba y condenaba a sus héroes, y absolvía al cabo o consolaba al menos con el bálsamo celestial, con el calmante maravilloso de la beldad poética.

Llegaron después los de Mallorca para restituirla a su isla, pero como la celestial señora les había tomado ley a Alcira y a sus habitantes, volvió volando sobre el mar sin mojarse los pies, y los baleares, para ocultar este suceso, labraron una imagen igual.

«La señora marquesa dijo Muñoz después de los saludos está en las mejores disposiciones respecto a usted. No si sabrá usted que esa señora es un ángel, una criatura celestial. Si no lo sabe, se lo digo yo, y basta. Imagínese usted el ser más bondadoso, más prudente, más sensible y cariñoso, y lo que resulte de ese esfuerzo de la imaginación será siempre inferior a la marquesa de Aransis.

Para conocer el predominio de cada una de las potencias mentales, es preciso suponer que un gran talento merece llamarse así, quando todas son grandes y cumplidas. Mas este don celestial es muy raro, y en un siglo entero se ve en muy pocos.

no debes hablar así, respondió la madre suprimiendo un gemido. El Padre Celestial nos ha enviado á todos á este mundo. Hasta me ha enviado á , tu madre; y con mucha mayor razón á . Y si no ¿de dónde has venido , niña singular y caprichosa? Dímelo, dímelo, repitió Perla, no ya con su carita seria, sino riendo y dando brinquitos en el suelo. eres quien debes decírmelo.

Como otros muchos piadosos puritanos tenía por costumbre ayunar; aunque no como ellos para purificar el cuerpo y hacerlo más digno de la inspiración celestial, sino de una manera rigorosa, hasta que le temblaban las rodillas, y como un acto de penitencia.

¡Oh delicia! ¡oh amor del humilde pensil donde el alma sintió la pasión de soñar y, en el giro fugaz de las auras, gustar el olor celestial de las rosas de Abril y el dulzor juvenil de un anhelo de amar! Está abierto el jardín.