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Algo había de una y de otra cosa. Si era abnegación, esta llegaba al extremo de presentarse delante del Sr. de Pez con el empaque casero más prosaico que se podría imaginar. La única presunción que conservaba era la de llevar siempre su mejor corsé para que no se le desbaratase el cuerpo.

Con este estruendo y aquel vocerío, antes que acabara de sorprenderme de la ocurrencia, ya estaba en el encachado soportal y enfrente de , una mujer de mediana edad, buenas carnes y sano color, y con el modesto atavío casero que ordinariamente usan a diario las matronas pudientes de aquella comarca.

Y aun creo que si aquélla fuese grande y se colocara en medio el árbol que les es común, fácilmente harían en él sus crías, bajo su protección, señora, confiándola á usted sus pequeñuelos. Existencia seria, encantadora. ¡Qué soledad tan agradable en este intermedio de la vida, mientras dura esa rápida viudez! La situación es enteramente nueva: nada de tráfago casero, nada de negocios.

Pero ¡esto es absurdo! ¡Esto es desconocer la realidad! Y Sarrió se remueve en su asiento, torna a leer el pasaje, lo lee de nuevo. , esto es negar la evidencia; esto es trastocar el orden natural de los fenómenos. Porque un conejo de monte, siempre, desde el origen de las cosas, ha tardado en cocerse más que uno casero. Y Sarrió siente que su fe en este libro, único para él, vacila.

Indudablemente la llevaba á solas, como un gorro casero. Otro motivo de admiración eran los viajes del grande hombre.

Cuando todos dormían y el sol llevaba andada alguna parte de su carrera, Reyes salió de casa, con sus papeles en un saco de noche; tomó la diligencia de Cabruñana, y antes del medio día ya estaba disputando con Lobato en medio de un prado, frente a unos robles que el mayordomo había consentido derribar a un casero, porque, según malas lenguas, los dos iban ganando.

Debía también enterarse de la marcha de los trabajos. La idea de acompañar al espada en esta excursión hizo sonreír a doña Sol por lo absurda y atrevida. ¡Ir a aquel cortijo donde pasaba la familia de Gallardo una parte del año! ¡Entrar, con el estruendo escandaloso de la irregularidad y del pecado, en aquel ambiente tranquilo de casero corral, donde vivía con los suyos el pobre mozo!...

Sorbete Josefina García estaba aquella noche muy compuesta y emperejilada en el paseo de las Filas, y la acompañaban las de Sobrado. Cuanto se ponía Josefina ajustábase siempre a los últimos decretos de la moda, no sin cierta exageración y nimiedad, que olía a figurín casero.

También hablaba de familiares de la Inquisición, recordando a los curas gordos y morenos que salían de la iglesia, en busca del casero chocolate, luego de decir su misa. Se lamentaba un joven belga, al que muchos llamaban «barón», de las calles en cuesta y de los coches. ¡Ni un solo automóvil!... Las mujeres, asomadas a las ventanas como odaliscas.

Estuvo un rato ocupada en hacer mentalmente la colocación de sus muebles, la cama, la cómoda, una mesa y dos sillas. Por cierto que todo esto tenía que comprarlo, pues de la casa matrimonial no había de sacar nada. Recorriendo el cuarto, pensó que si el casero se conformaba a hacer algunas reparaciones, no quedaría mal.