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Unas caminaban de prisa con la ligereza de la impaciencia, otras cansadas con la gordura de los años; luciendo, según su gusto, primores de elegancia, arreglos de taller casero, rarezas del capricho, exageraciones de la moda, algunas calculada sencillez y todas empeño de agradar.

Quiero que vea usted cómo está la casa, para que se convenza de que aquí no pueden vivir cristianos. Pues mudarse. Pero, hijo, ¡qué tiranístico se ha vuelto! No he visto casero más malo... ¿Pero ni siquiera me blanqueará la cocina, que parece una carbonería? ¡Y hay cada agujero!... Yo no puedo vivir entre tanta suciedad. ¿Sabe lo que le digo?

Hay también el día en que se paga al casero dijo una voz. Hubo risas, pero el éxito de esta melancólica reflexión se perdió en el ruidoso triunfo de Gerardo Lautrec.

¿Qué hacer continuó diciendo el canónigo con este enemigo casero tantas veces perdonado? ¿Qué hacer con este siervo alevoso, que de día nos aborda con la sonrisa en los dientes, mientras acecha de noche nuestro sueño con la mano crispada sobre corvo puñal?

Llevaba puesto un traje casero muy sencillo, blanco, corto, huérfano de adornos y cuyas mangas descubrían los brazos: mostraba el cuello desahogado y libre; el pelo húmedo hacia las sienes, y la tez algo encendida, como azotada por el frescor del agua. La figura se destacó por claro sobre el cortinaje oscuro, semejando personaje de dibujo fantástico.

U con saliva de mona repuso ella muy enojada : ¿no sabes que la has desatornillao toda a puros brincos? ¿Quién tiene la culpa? Déjalo, mujer... por ahora; el mes que viene... Estoy viendo que te voy a pedir de comer y me vas a decir que aguarde a otro mes. Pues el casero es como el tren, que no espera por nadie, y ha cumplido ayer; conque venga parné o me busco un señor.

También de noche, cerca del alba, emprendía su viaje al monte el casero que se preciaba de regalar a su señor las primeras arceas, las mejores perdices; y allí estaban las perdices, sobre la mesa de pino, ofreciendo el contraste de sus plumas pardas con el rojo y plata del salmón despedazado.

Tenía fiebre, agitábase furioso, como si aún corriese por el cauce de la acequia cazando al hombre, y sus gritos asustaban á los pequeños y á las dos mujeres, que pasaron la noche de claro en claro, sentadas junto al lecho, ofreciéndole á cada instante agua azucarada, único remedio casero que lograron inventar. Al día siguiente la barraca tuvo entornada su puerta toda la mañana.

Supóngase que la muchacha se encuentre mejor avenida con su honrada pobreza que con todos esos beneficios y ventajas que usted dice.... ¿No es un acto abusivo traerla aquí de la trenza, porque es hija de un casero? Naturalmente que a usted no se lo parece; claro está. Vistiéndose por la cabeza, no se puede pensar de otro modo; usted tiene que estar por el feudalismo y la teocracia. ¿Acerté?

Entonces Poldy salió de su retraimiento casero y se lanzó con más frecuencia y por más largo tiempo que nunca a sus excursiones y meditabundos paseos por los sitios más solitarios de aquellas cercanías. No poco gustaba ella de ir por intrincados senderos, por donde había más flores, por donde era más tupida y frondosa la enramada.