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No me preguntéis nada de eso replicó Mathys . El día de nuestro casamiento lo sabréis todo. Antes no me arrancaréis una palabra. Vos misma reconoceréis que este silencio era una plausible prudencia. Hablemos ahora de asuntos serios. La escena que acaba de producirse entre la condesa y yo, no nos permite esperar largo tiempo. Debemos apurar cuanto se pueda nuestro casamiento.

Mi padre no había abandonado el servicio a pesar de su casamiento: él no veía en todo aquello más que la bandera que debía seguir, el rey a quien defender, algunos meses de lucha contra el desorden y algunas gotas de sangre que derramar en el cumplimiento de su deber.

No vacilaba y no discutía con mi destino: tenía suficiente energía, suficiente orgullo para vivir sola aun en el extranjero. Pero temblaba por Marta, que, menos que nunca, podía vivir sin consuelo ni afecto. El día de su casamiento parecía todavía muy lejano.

Valéis mucho, doña Clara; la hermosura y la virtud resplandecen en vuestro semblante, y nada tiene de extraño... No hablemos más de esto. Quisiera veros más propicia á un casamiento con ese mancebo. No puede ser. ¿Por su bastardía? ¿Ignoráis que el nombre de Girón es tal que hace ilustres hasta los bastardos? Vuestro padre no tendrá reparo... Es que yo no quiero, y mi padre no me violentará.

Ningún casamiento ha agitado más que aquél los círculos sociales de Buenos Aires. En el teatro, en Palermo, en los bailes, en los clubs, en las iglesias no se hablaba de otra cosa. Mi tío había hecho demoler y reedificar gran parte de su casa de la calle Victoria.

Por otra parte, me veía obligada a hacerlo así, pues nunca, ¡oh! estoy tan segura, nunca habría hablado él primero. Yo era demasiado rica, y como él me amaba a y no a mi dinero, mi dinero le causaba horror. Tal es la historia de mi casamiento. En cuanto a la historia de mi fortuna, os la diré en pocas palabras.

Valls aprobaba este casamiento. ¿La quería Febrer? Pues adelante... Esto era más lógico que la boda con su sobrina por los millones del padre. Margalida era una gran mujer.

Yo los acompañaba poco; vivía aislado en un departamento independiente de la casa, porque me mortificaba el trato de aquella mujer fría y ligera que no podía vivir sino en una atmósfera de lujo y de pompa. El círculo de los amigos solteros de mi tío Ramón, se había extendido considerablemente, con motivo de su casamiento.

Su pronóstico de que su casamiento no enfriaría la amistad con doña Luz se cumplió a la letra. Doña Manolita era gran profetisa. También se cumplió cuanto con relación a Pepe Güeto había ella pronosticado.

El día de mi casamiento amaneció radiante; nunca me pareció más azul la bóveda del cielo. Después me han dicho que estaba nublado, pero no lo creo. Una muchedumbre simpática y amiga se apiñaba en la iglesia. Y murmuraba: ¡Qué linda novia! ¡Qué tranquila está! ¡Qué cara de felicidad! La verdad es que yo estaba extraordinariamente tranquila.