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»Los primeros días, como todos los de boda suelen ser alegres, continuó Lotario, como solía, la casa de su amigo Anselmo, procurando honralle, festejalle y regocijalle con todo aquello que a él le fue posible; pero, acabadas las bodas y sosegada ya la frecuencia de las visitas y parabienes, comenzó Lotario a descuidarse con cuidado de las idas en casa de Anselmo, por parecerle a él -como es razón que parezca a todos los que fueren discretos- que no se han de visitar ni continuar las casas de los amigos casados de la misma manera que cuando eran solteros; porque, aunque la buena y verdadera amistad no puede ni debe de ser sospechosa en nada, con todo esto, es tan delicada la honra del casado, que parece que se puede ofender aun de los mesmos hermanos, cuanto más de los amigos.

Había muchos y muy lindos, pero entre todos predominaba una rica colección de barómetros y termómetros de todas formas y tamaños. Los amigos habían comprendido, con admirable instinto, que nada puede interesar tanto a unos recién casados como la observación atenta de los fenómenos meteorológicos.

Era una joven bastante feíta y enfermiza; pero buena, afectuosa y con cincuenta mil duros de dote. Llamábase Carmen. A los tres o cuatro años de casados, ésta, viéndose cada vez más delicada de salud, perdió la esperanza de tener familia.

Vivieron como recién casados, en amorosa soledad, comentando con un regocijo infantil los defectos de su aposento y los mil inconvenientes de la existencia material. Freya preparaba el desayuno en un hornillo de alcohol, defendiéndose de su amante, que se creía con mayor competencia para los trabajos culinarios. Un marino sabe algo de todo.

Hasta que el matrimonio los unió con vínculo indisoluble, siempre se llamaron hermanos, y aun después de casados continuaron dándose a menudo este dulce nombre. »Te confieso, Ricardo, que el espectáculo de estos nobles y santos jóvenes me seduce hasta un grado indecible.

Hasta entonces, querida, tendréis que dominar vuestra ansiedad, porque todo permanecerá bien cerrado. Vamos, dejad a un lado esos caprichos. Escuchadme, Marta: una vez casados podremos seguir viviendo en el castillo, si no preferís tener una casa vuestra; podéis escoger. Aquí se pueden conseguir muchos provechos, se puede vivir sin gastos y redondear tranquilamente la fortuna.

Los indios que se desertan llevan regularmente alguna india que no es su mujer, con la que vive como si lo fuera; y, ya salga de la provincia o se quede en ella, en todas partes pasan por casados, porque aquéllos a que se agregan, sean indios o españoles, sólo cuidan de disfrutar de su trabajo, sin reparar en que vivan como cristianos o no.

La dicha doméstica de los recién casados, la rústica inocencia de su vida, son retratadas con los colores más bellos de la poesía. El comendador, que se restablece poco á poco, comienza á sentir cierta grata inclinación hacia su bella huéspeda, siendo tratado por ella con la más sincera amistad. Al despedirse hácele ricos regalos, que son recibidos con gratitud.

Los dos Dupont acompañaban a unos recién casados venidos de Madrid, enseñándoles las bodegas.

Después de haber expresado este sentimiento desfavorable para el comercio, que doña Gertrudis en su fuero interno hacía extensivo también a la industria y en general a todas las artes mecánicas, cerró de nuevo los ojos con un gesto de dolor, y siguió de esta manera: Lo que siento, hijo mío, es que no os he de ver casados y que por mi causa tendréis que dilatar la boda... Me encuentro muy mal, muy mal... El corazón me dice que me he de morir antes de que llegue el día del matrimonio... Y la verdad es que más vale que me muera si he de padecer tanto...