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Es claro que esta mera circunstancia las hacia aparecer cristianas, puesto que todas las mujeres entre los sarracenos, casadas, solteras y viudas, llevaban tapado el rostro con solos los ojos descubiertos. En la Galia Narbonense, menos modestos, solian los clérigos cubrirse de púrpura, distintivo de los magistrados.

Contó el ex-coronel aventuras con solteras y casadas, que a su amiga le parecían mentira, y no las habría creído si no las oyera de labios de persona tan verídica y formal. «¿Pero has visto? Si eso se dice, no se cree... Y si lo escriben, pensarán que es fábula mal inventada. ¡Qué cosas hacen las mujeres! Bien dicen que somos el Demonio».

Sin embargo, la señora de Maurescamp, a pesar del caos que se agitaba en su espíritu, mostrábase ante su madre y ante el público con esa frente serena e impasible que sorprende siempre en las jóvenes, recién casadas, y que atestiguan el poder del disimulo en la mujer.

No era prudente traerlas entre los ocho marineros que le quedan y en los cuales la disciplina comenzaba á relajarse: además, aquellas pobres criaturas eran casadas. «Sivu, mujer de Metek, y Aningna, consorte de Marsingaestuvieron llorando por espacio de cinco días.

A su hijo le llevaba regalitos sin fin, corbatas que no usaba, botonaduras que no se ponía nunca. Jacinta recibía con gozo lo que su suegra llevaba para ella, y lo iba trasmitiendo a sus hermanas solteras y casadas, menos ciertas cosas cuyo traspaso no le permitían. Por la ropa blanca y por la mantelería tenía la señora de Santa Cruz verdadera pasión.

Después de casadas, allá se entiendan ellas, y si quieren tener dos docenas de cortejos, háganlo». En todo estamos de acuerdo dijo doña María menos en esto último, pues ni de solteras ni de casadas, les tolero la inmoralidad. ¡Ay, yo tengo ideas muy raras, Sr. D. Gabriel!

Pero Maurescamp no se disgustaba por ello; divertíale más bien y se reía con sus amigos. Ya está curada decía . Empieza una vida nueva... se excede un poco en el lenguaje, es verdad... como las recién casadas, que dicen disparates al día siguiente de su boda... pero eso pasará.

A tu primo no le gustan más que las casadas. ¡Valiente tuno! dijo Fortunata moviendo la cabeza, como quien comprende tarde lo que debió de comprender antes. Estos solterones vagabundos y ricos son así... Están viciosos, estragados, mimosos; y como se han acostumbrado a hacer su gusto, piden mediodía a catorce horas.

Tu incomprensible gusto... Para ti no había más que las solteronas... Sólo ellas eran buenas y perfectas... No, abuela. Pero convengamos en que son tan buenas y tan perfectas como las casadas... o más. ¡Bah! no hablemos más... Para salvar tu reputación, iremos esta tarde a casa de la de Ribert... No quiero que esta excelente amiga te juzgue mal.

El amor a los chismes no es solamente un defecto de solterona, sino la pasión de todas las mujeres desocupadas y frívolas. En cuanto al carácter de la Bonnetable, debe ciertamente de encontrarse en mujeres casadas. Conozco algunas, por mi parte, que no dejan nada que desear en cuanto al órgano, al gesto y a la manía del mando.