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Mis ojos se fijaban, inconscientes, ora en las joyas de las mujeres, ora en los brillantes metales de los arreos. Y de repente la idea de mi grandeza me llenó de satisfacción. ¡Todos aquellos carruajes podrían ser míos! Ninguna de las mujeres que veía, dejaría de ofrecerme su seno desnudo, a la menor indicación de un caprichoso deseo.

Aquel grito «¡los cosacos!, ¡los cosacoscorría de un extremo a otro del camino como una ráfaga de viento; las mujeres se volvían estupefactas, y los niños se ponían de pie en los carruajes para ver más lejos.

Al fin; me despido de los compañeros, un abrazo al amigo que espera en la estación, un salto al cab, que sale como una saeta, cruzamos doscientas calles serpeando entre millares de carruajes, saludo al pasar Waterloo Place y compruebo que el pobre Nelson tiene aún, en lo alto de su columna, aquel deplorable rollo de cuerda, que hace tan equívoca la ocupación a que se entrega; enfilamos Regent's Street, veo el eterno Morning-House de Oxford Corner, que me orienta, y un momento después me detengo en la puerta del Langham-Hotel.

Avanzaron los jinetes con gran trabajo entre la confusa muchedumbre. La curiosidad que inspiraban las originalidades de doña Sol había atraído a casi todas las damas de Sevilla. Las amigas la saludaban desde sus carruajes, encontrándola muy hermosa en su traje varonil.

Unos ratos eran de silencio absoluto, otros flotaba sobre la atmósfera del sagrado recinto un murmullo apagado de rezos rápidamente dichos, y de cuando en cuando se oía hacia el exterior rodar de carruajes y tañer de campanas: hubo un momento en que, al levantar los que entraban el cortinón de la puerta, se oyó la música profana de un organillo que tocaba en la calle el brindis de La Traviata.

Por ella no pueden subir carruajes, ni caballerías, ni cardíacos. Soledad, soledad. El sol no penetra por esta angostura, que parece un intestino aquejado de estreñimiento. Ahora tañen las campanas de la catedral y nos atruenan.

El militar se arroja de mal humor en el cabriolé, entre un francés que le pregunta: ¿Tendremos ladrones? y un fraile corpulento, que con arreglo a su voto de humildad y de penitencia, va a viajar en estos carruajes tan incómodos.

Formaban ya allí los carruajes ordenada fila, y entonces pudo apreciar el marqués de Butrón todo el numero y arrogancia de sus huestes femeninas. Allí estaba él en un landó de colores oscuros, teniendo a su derecha a la marquesa, respetable señora que llevaba uno de los nombres más ilustres de España, y podía hacer gala de una de las reputaciones más sin tacha de la corte.

De Turin hay caminos de hierro á Novara, Génova, Alejandría y Suse, al mismo pié de los Alpes. Las líneas todas son muy importantes, en especial las de Novara y Génova: los carruajes son buenos, excelente nivelacion, movimiento y servicio. El camino de hierro de Turin á Suse, línea de unas catorce leguas españolas, habla muy alto en pro del Piamonte.

Si había que llevar a Palacio la contestación del Mensaje, él era de los designados y temblaba de emoción pensando en su madre, en su mujer, en todos los de allá al verse en los carruajes de gala, precedido de brillantes jinetes y saludado por las trompetas que entonaban la regia marcha.