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Y sin añadir ni una palabra, la señorita Guichard salió. Herminia quedó sola y consternada, pero sin arrepentirse de su franqueza, por muy cara que debiera costarle. Porque, ahora, la señorita Guichard había arrojado la máscara y después de esta explicación no se podía esperar de ella el menor acomodo. La joven se preparó á hacer una resistencia desesperada.

Quédate silenciosamente en esa soledad que no es abandono, porque los espíritus de los muertos que existieron antes que en la vida, te alcanzarán y te rodearán en la muerte, y la sombra proyectada sobre tu cara obedecerá a su voluntad; por lo tanto, permanece tranquilo.

Yo tendré siempre grabadas en mi memoria las palabras que usted ha pronunciado en defensa mía. Usted es una santa: yo lo diré á todo el mundo. ¡Oh! dijo la devota con la misma plañidera voz: nunca creí que fuera usted tan malo como decían. En la cara conozco yo esas cosas.

La pobre Niña, sentada en el suelo, sollozando, con la cara oculta entre las manos, excita la compasión de todos los presentes, que no cesan de interceder por ella.

Al volver la esquina de la escuela, dio con el quídam borracho, a la sazón completamente sereno, corrido a más no poder y con cara suplicante y cariñosa.

Amigo mío, bien sabe usted que su matrimonio con Beatriz ha sido siempre mi más cara ilusión... pero soy demasiado amiga de usted para no preguntarle si ha reflexionado usted maduramente sobre las posibles consecuencias que para usted pueda tener su resolución.

Este pensamiento tardío iba acompañado de remordimiento y miedo. ¡Qué diría Teri si pudiese verle!... Para evitar esta posibilidad, como si temiera que los ojos del retrato fuesen a adquirir el sentido visual, intentó volverlo de cara a la pared. ¡Lo mismo que Maud con míster Power!... Pero un escrúpulo supersticioso le contuvo.

La cara de beatitud que puso Villa al escuchar esta afirmación en mi boca, por poco me hace soltar la carcajada.

Verás qué plan. Al principio puede que te escueza un poco; pero... no hay otro remedio, no hay otro remedio». Inclinose del lado en que la joven estaba, para poner su boca lo más cerca posible del oído de ella, y le disparó cara a cara estas palabras: «Resultado de lo mucho que cavilo por ti. Es preciso que te vuelvas a unir a tu marido».

El único modo de remediar esa apatía natural, esa indolencia que se les echa en cara á todas las naciones todavía medio salvages, es hacer nacer entre ellas, por la frecuencia de relaciones comerciales, las necesidades que les son hasta el presente desconocidas.