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Las hoces relampagueantes iban tonsurando los campos, echando abajo las rubias cabelleras de trigo, las gruesas espigas, que, apopléticas de vida, buscaban el suelo, doblando tras ellas las delgadas cañas.

Aquí respondieron estamos componiendo las oraciones que se han de recitar mañana por las calles y campos para que Alah, el Altísimo, nos envíe su lluvia, la fértil y placentera, y nos retire su langosta, la voraz y devorante. Recitamos también sus alabanzas y altacabiras con voz apacible y corazón limpio y conmovido.

La masa derrumbada que llevaba consigo aldeas, campos, bosques y pastos, no había hecho, después de la rotura, más que girar sobre su base y dar vuelta sobre si misma. Una de sus caras estaba hundida en el suelo, y por el otro lado se había desarraigado en parte.

Y ya, en esto, se venía a más andar el alba, alegre y risueña: las florecillas de los campos se descollaban y erguían, y los líquidos cristales de los arroyuelos, murmurando por entre blancas y pardas guijas, iban a dar tributo a los ríos que los esperaban.

¿Quién no teme que baje fuego del cielo sobre esta sociedad moderna? A la maldad llaman libertad, y luego, ¡ilusos! piensan vencer a los que luchan por la verdadera libertad, a los que, como nosotros, elevan su corazón al Señor. ¡Así es todo desolación y espanto por los campos! Las guerras son obras del demonio: Dios le permite que nos castigue porque somos malos y nos olvidamos de

Durante un mes los brazos descansaron y los campos se cubrieron de verdura: fue ese mes de reposo especie de vacación rural que dura de octubre a noviembre después de la última recolección hasta la siembra, que resume los días buenos, que trae, como un desfallecimiento de la estación, calores tardíos precursores de los primeros fríos.

2 Tomad la suma de toda la congregación de los hijos de Israel, de veinte años arriba, por las casas de sus padres, a todos los que puedan salir a la guerra en Israel. 3 Y Moisés y Eleazar el sacerdote hablaron con ellos en los campos de Moab, junto al Jordán de Jericó, diciendo:

El Bois de Boulogne, los Campos Elíseos, los barrios todos han cambiado de aspecto: el Paris del año 40 desaparece completamente para dar lugar á una nueva ciudad.

Todos los días veían lo mismo: las mujeres cosiendo y cantando bajo las parras; los hombres en los campos, encorvados, con la vista en el suelo, sin dar descanso á los activos brazos; Pimentó tendido á lo gran señor ante las varitas de liga, esperando á los pájaros, ó ayudando á Pepeta torpe y perezosamente; en la taberna de Copa unos cuantos viejos tomando el sol ó jugando al truco.

En los nocturnos mercados de la plaza de Daraga, se ven no pocos irreprochables patadeones festoneados de hilo de seda, llevados con toda la desenvoltura que consiente la escasez de la tela, por graciosas vendedoras de olorosas sampaguitas, delicadísima flor que crece en gran abundancia en aquellos campos.