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A la legua, á la parte del N, salieron unos 50 indios Mataguayos; díles tabaco y unas gualcas, y quedaron contentos. Paramos este dia en un recodo que hace el rio á la parte del S. Anduvimos 18 leguas: la sonda, por lo menor, seis cuartas, lo mas cuatro varas. Llaman á este parage la Esqina: las orillas del rio son campos y cejas de montes.

8 Y lloraron los hijos de Israel a Moisés en los campos de Moab treinta días; y así se cumplieron los días del lloro del luto de Moisés. 9 Y Josué hijo de Nun [fue] lleno del Espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le escucharon, e hicieron como el SE

Además, anoche me ha dicho: «Florentinilla, quizás, quizás dentro de poco, no mandaré yo en ti; obedecerás a otro dueño...» Sea lo que Dios quiera, tomo a la Nela por mi amiga. ¿Me querrás mucho?... Como has estado tan desamparada, como vives lo mismo que las flores de los campos, tal vez no sepas ni siquiera agradecer; pero yo te lo he de enseñar... ¡te he de enseñar tantas cosas!...

Coronel Juan R. Epetormo. Coronel Gonzalo Pérez André. Coronel Nicolás Guillén. Coronel Leopoldo Figueras. Coronel José Fernández de Castro. Mayor General Santiago García Cañizares. Capitán Generoso Campos Marquetti. Coronel Casimiro Mayo. General José B. Alemán. Coronel Lino Dou. Coronel Miguel Llaneras. Coronel Manuel Lazo. Coronel Antonio Gonzalo Pérez. Capitán Oscar Soto Calderón.

379 De hambre no pereceremos, pues, sigún otros me han dicho, en los campos se hallan bichos de los que uno necesita- gamas, matacos, mulitas avestruces y quirquinchos. 380 Cuando se anda en el desierto se come uno hasta las colas; lo han cruzao mujeres solas llegando al fin con salú, y ha de ser gaucho el ñandú que se escape de mis bolas.

No las encontramos hasta que algo recobrados de la primera impresion, ¿amais le dijimos, la naturaleza y os encerrais en uno de sus cuadros? ¿Qué es todo este vasto espectáculo de Granada para el de ese inmenso Océano cuyas olas azotan sin cesar las murallas de Cádiz como legiones de combatientes que han jurado su ruina? ¿qué son estos rios de Genil y Darro para ese imponente Guadalquivir que despues de haber cubierto de flores las fecundas praderas de Córdoba y Sevilla baja precipitadamente á sepultarse en el fondo de los mares? ¿qué las alamedas de la Alhambra para los encantados jardines del Alcázar de Sevilla y los bosques de naranjos que circundan el palacio de S. Telmo? ¿Es acaso comparable esta vega con las dilatadas llanuras á que dan sombra los mas decantados olivos de la Andalucía? ¿con los pintorescos valles de Carmona, cuyos oteros y altozanos vestidos de mil colores sorprenden aun al que los contempla desde las desmoronadas torres de su antigua fortaleza? ¿con los feraces campos de Sevilla, donde se oculta el hombre entre las mieses?

Sin poder apartar sus ojos de esa vaga silueta, el inspector general se dejó dulcemente deslizar hacia las mayores profundidades del recuerdo, y escuchando los nocturnos rumores de los campos y de los bosques fue perdiendo poco a poco la noción de los días y de los años...

La vida se concentraba en la ciudad, como si la guerra asolase los campos y sólo dentro de sus muros se considerase segura. El antiguo latifundo enseñoreado del suelo, poblaba la campiña de hordas cuando lo exigían las faenas.

Crióse Preciosa en diversas partes de Castilla, y a los quince años de su edad su abuela putativa la volvió a la Corte y a su antiguo rancho, que es adonde ordinariamente le tienen los gitanos, en los campos de Santa Bárbara, pensando en la Corte vender su mercadería, donde todo se compra y todo se vende.

Ensanchábase el horizonte, extendiéndose entre las montañas los campos verdes, y los robledales de tono bronceado, interrumpidos á trechos por las blancas manchas de las caserías. El sol asomaba por primera vez en la mañana al través de un desgarrón de las nubes, y el humo que se extendía sobre la villa tomaba una transparencia luminosa, como si fuese oro gaseoso.