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Por donde se verá que la princesa Flavia tenía del Rey un concepto muy parecido al que mi cuñada Rosa tenía formado de . Hice un esfuerzo para sostener aquella difícil conversación. ¿Te sería grato ese cambio? le pregunté dulcemente. ¡Oh, demasiado conoces mi opinión sobre ese punto! contestó apartando la vista.

Y bien le dijo Oliverio, ¿nos reconoces? No del todo replicó ella ingenuamente. Cuando estaba lejos de vosotros os veía de otra manera. Yo estaba como clavado en mi asiento. La miraba, la escuchaba y por mucho que ella notara en nosotros un cambio, el que yo advertía en ella era aún más efectivo y sin duda más completo, ya que no más profundo. Estaba más morena.

Pepita presenciaba desde un rincón el tocado de su madre. No se la escapaba el gran cambio que ésta había sufrido. Los trajes elegantes de otro tiempo, se apolillaban abandonados en el guardarropa, sin que nuevos encargos á París y Madrid vinieran á sustituirlos.

Al encontrarse de nuevo unidos holandeses y portugueses, comenzó otra vez la hostilidad, y para zanjarla decidieron los dos grupos elegir a la suerte un campeón para que se batieran. Chim, el malayo, estaba con los holandeses; en cambio, el negro Demóstenes era del partido portugués; podía suceder que a los dos amigos les tocara en suerte batirse; pero no fué así.

En cambio hay otros títulos, que en este período se usaron con frecuencia, y luego se olvidaron, como el de comedias de ruido. A veces presentan otro inconveniente, puesto que se da á esas palabras significación tan insólita, que nunca ha ocurrido á ningún español, como cuando dice B. Val.

Tonto, tonto mío, ¿pensabas que no había yo de saber averiguar tus penas para compartirlas? El chico te habrá dicho, seguramente, las preguntas que le hice y cómo me contestó. Estoy persuadida de que todo te lo ha contado. No puedes figurarte la gracia que me hizo su desinterés. ¿Me perdonas que soborne a tus servidores? Yo, en cambio, no te perdonaré tu falta de franqueza.

Vi un fogonazo y la explosión de un disparo me detuvo. Un cazador salió de su escondite, bajó hacia la marisma y el chapotear de sus pies en el agua; otro le habló. En aquel cambio de palabras breves y pronunciadas en voz baja, pero que la noche hacía muy claras, distinguí un timbre de voz que me impresionó. ¡Andrés! grité. Hubo un momento de silencio. ¡Andrés! grité de nuevo.

Duró esta aventura diez y ocho meses, y comenzaba ya a sentir las proximidades de la saciedad cuando recibió un día la notificación de un cambio de residencia. Al conocer la triste nueva, la señora Miguelina se deshizo en lágrimas.

Escribir a Inesita, en cambio, no podía ser sin menospreciarla y vejarla cruelmente, como el Conde no dijera o diese lugar a que se sobreentendiera que aspiraba a casarse con ella.

Poco o ningún cambio había tenido la pieza, que más que gabinete parecía capilla, o mejor un abreviado trasunto de la corte celestial, pues todo en ella era santicos pintados y de bulto, reliquias, estampas de santuarios y monasterios, corazones bordados, palmitos, y un altar completo con sus candeleros de estaño, sus arañas colgadas del techo, sus misales y sus tres curitas de cartón con casullas de papel, en actitud de celebrar misa cantada.